Durante la celebración de la Divina liturgia bizantina de San Juan Crisóstomo en Presov, Francisco invita a “no reducir la cruz a un objeto de devoción, ni mucho menos a un símbolo político”
En la primera Eucaristía multitudinaria que celebró durante su viaje a Eslovaquia, el papa Francisco presidió este martes la Divina liturgia bizantina de San Juan Crisóstomo ante más de 30.000 fieles congregados en la plaza Mestská športová hala de Presov, una ciudad del este de este país centroeuropeo.
Durante su homilía en esta liturgia, la más habitual en el rito bizantino, el Pontífice señaló la “gran tentación” que supone para la Iglesia aspirar a un “un cristianismo de vencedores, a un cristianismo triunfador que tenga relevancia e importancia, que reciba gloria y honor”. Pero cuando el cristianismo se olvida de la cruz, advirtió, resulta “mundano y se vuelve estéril”.
Ahondando en la importancia de la cruz para los fieles, recordó cómo los santos muestran que es “como un libro que, para conocerlo, es necesario abrir y leer”. Al igual que ocurre con los libros, no es suficiente con tener crucifijos “en el cuello, en casa, en el auto, en el bolsillo”. No sirven “de nada si no nos detenemos a mirar al Crucificado y no le abrimos el corazón”.
El Pontífice insistió en que no hay que “reducir la cruz a a un objeto de devoción, ni mucho menos a un símbolo político, a un signo de importancia religiosa y social”. Puso a continuación como ejemplo a seguir a los mártires eslovacos, que “en tiempos muy difíciles de esta nación, cuando todo aconsejaba callar, resguardarse, no profesar la fe”, no dejaron “de dar testimonio”. “¡Cuántas personas generosas aquí en Eslovaquia sufrieron y murieron a causa del nombre de Jesús!”.
Finalmente invitó a los fieles a dar testimonio “también en nuestro tiempo” con “la cruz en el corazón y no solo en el cuello”, viendo así a todo el mundo “como hermanos y hermanas por los que Jesús ha dado la vida”. El testigo de la cruz, señaló, “no busca los propios beneficios para después mostrarse devoto”, pues esto sería “una religión del doblez, no el testimonio del Dios crucificado”.
Al final de la ceremonia, el jesuita Jan Babjak, arzobispo metropolita de Presov para los católicos de rito bizantino, dedicó unas palabras de agradecimiento al Papa en las que reafirmó el “amor desde hace siglos” de la Iglesia greco-católica de Eslovaquia por el “Pedro de Roma”. “Rezamos por usted y por su obra apostólica que desarrolla en todo el mundo, reforzando a los hermanos y hermanas en la fe. Sabemos con cuánto amor se preocupa por las personas marginadas, cuánto las ama precisamente porque sufren, como Jesucristo”, dijo el arzobispo Babjak.