Así ha vivido el enviado especial de Vida Nueva a Eslovaquia, Antonio Pelayo, el encuentro del Papa con los jóvenes
El estadio Lokomotiva de Kosice, construido en 1959, en la actualidad solo es utilizado para partidos de fútbol de la segunda división eslovaca. Puede albergar al máximo 10.000 espectadores, pero esa cifra se ha duplicado para el encuentro de los jóvenes eslovacos con el Papa, pues la mitad se agolpaban en el propio césped. Caluroso y entusiasta ha sido el recibimiento que han dispensado a Francisco cuando ha hecho su ingreso en el recinto a las cinco de la tarde a bordo de su papamóvil.
Ovaciones, aplausos y una columna sonora de altos decibelios han recibido al pastor recién llegado de su encuentro con la comunidad gitana. Bergoglio se ha dejado querer y ha saludado muy complacido a diestro y siniestro.
A ellos les ha dirigido uno de los discursos más largos de su estancia en Eslovaquia. Ha respondido a las preguntas que le habían hecho llegar previamente; la primera formulada por la pareja compuesta por Peter y Zuzka se refería al amor. “Amigos –les dijo– no banalicemos el amor porque el amor no es solo emoción o sentimiento, esto en todo caso es al inicio. El amor no es tenerlo todo y rápido, no responde a la lógica del usar y tirar. El amor es fidelidad, don, responsabilidad”.
“Si lo piensan –añadió–, en las grandes historias hay dos ingredientes: uno es el amor, el otro es la aventura, el heroísmo, siempre van juntos. Para hacer grande la vida se necesitan ambos: amor y heroísmo… por favor no dejemos pasar los días como episodios de una telenovela… los grandes sueños no son el coche potente, la ropa de moda o el viaje transgresor. No escuchen a quien les habla de sueños y en cambio les vende ilusiones, son manipuladores de felicidad… no se dejen homologar, no fuimos hechos en serie, somos únicos y libres y estamos en el mundo para vivir una historia de amor con Dios, para abrazar la audacia de decisiones fuertes, para aventurarnos en el maravilloso riesgo de amar”.
Insistiendo en sus consejos a las nuevas generaciones en un mundo como el nuestro atenazado por tantos problemas (la pandemia que en este país sacude a no pocos) les recalcó lo siguiente: “No se dejen aprisionar por la tristeza o el desánimo resignado de quien dice que nunca cambiará nada. Si se cree en esto uno se enferma de pesimismo. Se envejece por dentro. Y se envejece siendo jóvenes. Hoy existen muchas fuerzas disgregadoras, muchos que culpan a todos y todo, amplificadores de negatividad, profesionales de las quejas. No les escuchen, porque la queja y el pesimismo no son cristianos, el Señor detesta la tristeza y el victimismo. No estamos hechos para ir mirando el suelo, sino para elevar los ojos y contemplar el cielo”.
Por fin les señaló el “remedio infalible” de la confesión y añadió que no es un problema avergonzarse de los propios pecados, porque “la vergüenza es un buen signo pero como todo signo pide que se vaya más allá. No permanecer prisionero de la vergüenza porque Dios nunca se avergüenza de ti. Él te ama precisamente allí donde tú te avergüenzas de ti mismo. Y te ama siempre”.
Concluye así esta jornada “extra muros “ de la capital Bratislava. Mañana el Papa se desplazará al Santuario de Nuestra Señor de los dolores, el “Guadalupe eslovaco”, centro de innumerables peregrinaciones. Será el acto final de este segundo viaje papal en el 2021. Y no será el último porque ya está confirmada –no oficialmente– la visita a Malta, Grecia y Chipre.