La acción de la Iglesia en Eslovaquia llega a otras periferias sociales y existenciales. Quizá la minoría más significativa que encarna esta lucha por la integración real es el pueblo gitano. Un pueblo que no ha quedado fuera del programa de la visita papal gracias al encuentro con la comunidad gitana en el barrio Luník IX –prácticamente un gueto– en la ciudad de Košice, la segunda más grande del país. Un modelo de barriada llena de carencias básicas, en la que sus habitantes han tenido hasta dificultades para cumplir los criterios de acreditación y acercarse al estrado desde el que el Papa les ofreció su bendición.
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Trece años de misión
Casi como un oasis, la comunidad salesiana de la ciudad se encuentra en el corazón del distrito que acoge, exclusivamente, a unos 4.000 moradores –todos de etnia gitana, a excepción de la comunidad religiosa–. Aunque los salesianos se establecieron propiamente hace 13 años, el trabajo con los gitanos viene de atrás.
El iniciador fue el sacerdote Peter Bešenyei, uno de los cuatro salesianos de esa comunidad y actual delegado para la pastoral con este colectivo, que comenzó a atender esta realidad con la ayuda de una religiosa, hermana de la Consolación, sor Atanázia, que fue la primera consagrada gitana eslovaca. Era 1991 y comenzaron con grupos de catequesis de forma casi clandestina hasta que consiguieron un espacio en el centro comunitario del distrito.
Cuando llegaron al barrio los salesianos, los gitanos eran 8.000; en los últimos tiempos son muchos los que huyen de esa realidad, fundamentalmente a Inglaterra. Mientras, la atención pastoral no disminuye, ya que, hoy en día, los salesianos tienen dos presencias más entre población gitana en Eslovaquia.
Apuesta por la educación
Y no es de extrañar. El viaje del Papa ha llevado a las pantallas de todo el mundo las condiciones de vida en las que se desenvuelve la comunidad romaní entre edificios destartalados y parques sin acondicionar –aunque para la visita papal se ha retirado toda la basura de las calles y se han adecentado los accesos del barrio–.
A derrotar prejuicios ha servido de forma increíble la participación de los voluntarios de los proyecto o vecinos de otros barrios de la ciudad en la misa del domingo en la parroquia salesiana. “Hemos crecido todos gracias a experiencias positivas en común, la misa nos ha ayudado a acercarnos unos a otros”, constata Bešenyei.
Y es que el camino no ha sido fácil, ya que las autoridades llegaron a construir un muro para aislar el barrio de las afueras. Dicho muro, que literalmente encerró a los gitanos dentro del recinto, tuvo que ser destruido por mandato de la Unión Europea, después de que algunos activistas abrieran algunos agujeros para permitir el paso.
Cercanía y amistad
La clave de esta pastoral, para Bešenyei, está en la relación. “Una vez que se establece la relación personal, los prejuicios se abandonan. Y esto es lo que podemos ofrecer los salesianos: la cercanía, la amistad. Con toda sencillez, hemos sido unas personas que han entrado en esta comunidad no como alguien que busca cualquier tipo de beneficio, sino el bien de los demás y entonces aceptan cualquier ayuda espiritual y también de tipo cultural, educativo o caritativo”, señala desde su amplia experiencia.
“Hay mucha emoción en todos y cada uno de nosotros en este momento. Son momentos muy valiosos. Releeré personalmente el discurso que pronunció el Santo Padre para poder explorar y comprender mucho más profundamente el mensaje que el Papa nos ha traído”, confesó tras el acto Bešenyei, que fue el encargado de presentar la historia de la presencia salesiana a Francisco.