“El sufrimiento que más me marcó fue ver a las mujeres tratadas como cosas. Un dolor indescriptible fue el de ver a las jóvenes que debían casarse con la persona decidida por los cabezas de la familia, en contra de la voluntad de la joven”. Son palabras de la hermana Shahnaz Bhatti, una religiosa de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret, quien ha dado su testimonio a Ayuda a la Iglesia Necesitada – Italia. Originaria de Pakistán, Bhatti estuvo en misión en Afganistán hasta el pasado 25 de agosto, cuando, escoltada por el ejército italiano, logró salir del país.
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“Fue un momento muy difícil, estábamos encerrados en la casa y teníamos miedo“, relata la religiosa. Y es que, durante más de un año, solo fueron dos en esta comunidad que se hacía cargo del proyecto ‘Pro niños de Kabul’, nacido en 2001 para dar respuesta al llamamiento de Juan Pablo II de dar asistencia a los más pequeños en un momento en el que la guerra amenazaba con inundar el país.
“Tan pronto como fue posible, la monja que estaba conmigo se fue y me quedé solo hasta el final”, continúa. “Ayudé a las hermanas de la Madre Teresa, nuestras vecinas, a partir con sus 14 niños gravemente discapacitados y sin familia, para embarcar en el último vuelo a Italia antes de los ataques”, explica. Y asegura: “si los niños no se hubieran salvado, no nos hubiéramos ido”.
“La democracia no se exporta”
Por otro lado, ha agradecido ” a la Farnesina ya la Cruz Roja Internacional que nos ayudaron a llegar al aeropuerto”, sí como la presencia “del padre Giovanni Scalese, que representó a la Iglesia católica en Afganistán y no nos dejó hasta que nos fuimos”. Recuerda el viaje de Kabul al aeropuerto como realmente difícil. “Fueron dos horas entre tiroteos, pero al final llegamos”, dice.
Después de tantos años en Afganistán, compartiendo la vida con la población local, Bhatti está convencida de que “no se puede cambiar una mentalidad con buenas intenciones, creo que un proyecto cultural con las nuevas generaciones puede cambiar la mentalidad” para hacer llegar la democracia. “Lo estamos viendo con mujeres jóvenes que no quieren renunciar a sus derechos a la libertad, pero es necesaria la formación de las nuevas generaciones. La democracia no se exporta, se cultiva”.