El papa Francisco ha celebrado hoy la eucaristía en la basílica de san Pedro con los participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo de Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), con motivo del 50 aniversario de su fundación. A ellos les ha exhortado a ayudar “a la Europa de hoy, enferma de cansancio, a volver a encontrar el rostro siempre joven de Jesús y de su esposa. Para que esta belleza imperecedera se vea, no podemos más que darlo todo y darnos totalmente”.
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Y es que “ver” esa belleza forma parte de los tres verbos que, a partir del evangelio de hoy, interpelan a los cristianos de Europa, junto a “reflexionar” y “reconstruir”. “Muchos en Europa piensan que la fe es algo ya visto, que pertenece al pasado. ¿Por qué? Porque no han visto a Jesús obrar en sus vidas”, ha apuntado el Papa, “y a menudo no lo han visto porque nosotros, con nuestras vidas, no se los hemos mostrado lo suficiente”. Y es que “Dios se ve en los rostros y en los gestos de hombres y mujeres transformados por su presencia”. De esta manera, ha recordado que “si los cristianos, más que irradiar la alegría contagiosa del Evangelio, vuelven a proponer esquemas religiosos desgastados, intelectualistas y moralistas, la gente no ve al Buen Pastor”.
Para Francisco, es precisamente el “amor divino, misericordioso y sorprendente es la novedad permanente del Evangelio. Y exige de nosotros, queridos hermanos, decisiones sabias y audaces, hechas en nombre de la ternura loca con la que Cristo nos ha salvado”. Un amor que “nos pide demostrar sino mostrar, como lo hicieron los santos; no con palabras, sino con la vida. Requiere oración y pobreza, creatividad y gratuidad”.
Reflexionar y reconstruir
Asimismo, el Papa ha señalado que los cristianos europeos de hoy, al igual que el pueblo de Israel al regresar del exilio, se encuentran “cómoda y tranquilamente en su casa, mientras el templo de Dios está en ruinas y ninguno lo reconstruye”. Por ello, el evangelio invita a reflexionar: “nosotros, cristianos en Europa, tenemos la tentación de permanecer cómodamente en nuestras estructuras, en nuestras casas, en nuestras iglesias, en las seguridades que nos dan las tradiciones, en la satisfacción de un cierto consenso, mientras los templos a nuestro alrededor se vacían y Jesús es cada vez más olvidado”. “Reflexionemos, ¡cuántas personas ya no tienen hambre y sed de Dios!”, ha aseverado Francisco, “no es que sean malas, no, sino que les falta alguien que les abra el apetito de la fe y despierte esa sed que hay en el corazón del hombre”.
Por otro lado, ha señalado que “la falta de caridad causa la infelicidad, porque sólo el amor sacia el corazón”. De este modo, “focalizarnos en las diversas posiciones que hay en la Iglesia, en los debates, agendas y estrategias, y perder de vista el verdadero programa, el del Evangelio: el impulso de la caridad y el ardor de la gratuidad”. “El camino para salir de los problemas y de las cerrazones es siempre el camino del don gratuito”, ha subrayado.
Además, ha señalado que “la construcción de la casa común europea necesita dejar las conveniencias de lo inmediato para volver a la amplitud de miras de los padres fundadores, a una visión profética y de conjunto, porque ellos no buscaban los acuerdos del momento, sino que soñaban el futuro de todos”. Del mismo modo, ha explicado que “reconstruir significa ser artesanos de comunión, tejedores de unidad en todos los ámbitos; no por una estrategia, sino por el Evangelio”.