Mediterráneo, de Marcel Barrena, nos transporta al otoño de 2015, cuando dos socorristas, Òscar Camps (Eduard Fernández) y Gerard (Dani Rovira), viajan hasta Lesbos impactados por la fotografía del pequeño Aylan Kurdi ahogado en las aguas del Mare Nostrum que conmocionó al mundo. Al llegar, descubrirán una realidad sobrecogedora: miles de personas arriesgando su vida, cada día, cruzando el mar en precarias embarcaciones y huyendo de conflictos armados.
- ?️ El Podcast de Vida Nueva: Luigi Usubelli: un capellán para el ‘cementerio’ del Mediterráneo
- EDITORIAL: Al rescate del que huye
- A FONDO: Luigi Usubelli: un capellán para el ‘cementerio’ del Mediterráneo
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Sin embargo, nadie ejerce labores de rescate. Un film tan doloroso como luminoso que se presentará en el Festival de San Sebastián fuera de concurso y, el 24 de septiembre, tendrá un preestreno benéfico en todas las salas de España para entregar a la ONG Open Arms todo lo recaudado. Luego, el 1 de octubre, llegará a todos los cines.
PREGUNTA.- Todo arranca con el pequeño Aylan…
RESPUESTA.- Acabábamos de rodar 100 metros y Dani Rovira y yo quedamos tan contentos que nos embarcamos en un nuevo proyecto. Pero una mañana, desayunando con el productor Tono Folguera, vimos a Òscar Camps en el periódico y supimos de la labor que estaba haciendo en el Mediterráneo junto al grupo de socorristas españoles. Llamé a Dani y le dije: “Paramos todo y empezamos una nueva historia”. Al día siguiente nos reunimos con Camps para que nos permitiera contar su historia.
P.- ¿Es necesario usar el cine para hacer memoria?
R.- El cine siempre ha ido un paso por delante de los grandes temas. Recuerda, por ejemplo, que cuando el SIDA era tabú, Philadelphia nos contó lo que era la enfermedad y la humanizó. El cine es un gran acaparador de solidaridad y motivador de conciencias. Si tenemos esta arma es una irresponsabilidad no usarla. En España, cada película es como poner el cuello en la guillotina y, si tengo que jugarme la vida por un film, prefiero que sea haciendo algo que pueda sumar, enseñarme cosas y yo transmitirlas. Tenía la obligación de contarlo, porque nadie lo había hecho.
Gente que ama a la gente
P.- Supongo que es imposible rodar una película así sin tener una implicación emocional…
R.- Es una película cuyo drama tiene una posible solución política pero la película no se posiciona más allá de que a un náufrago hay que socorrerlo. Es como si vas por la calle y le da un infarto a alguien: si no le ayudas, incurres en el delito de negación de auxilio. Es una película que defiende lo que dice la ley del mar: que a un naufrago hay que ayudarle.
Eso es lo que hacen los cuatro socorristas españoles. Hay una frase en la película que un apriorista expone: “Igual os estáis metiendo en un problema”. Y se le responde: “Yo no soy político, soy socorrista”. Es una historia de amor: de gente que ama a la gente.
P.- De hecho, el lema de la ONG, que convertisteis en mantra durante el rodaje, es “Cada vida cuenta”. ¿Esa es la idea que ha querido transmitir?
R.- Hay una cosa que me parece muy simple de entender: la gente que ha muerto y seguirá muriendo en el mar, y todos, son capital humano. Unos serán obreros, otros delincuentes, pero otros muchos podrían ser los biólogos que tenían en la cabeza la vacuna contra el cáncer, por ejemplo. Todos cuentan, con nuestro espejo… somos nosotros.