La Iglesia católica en Kenia ha vuelto a pedir una “distribución equitativa” de los recursos naturales del país entre las comunidades locales, así como la protección de sus derechos frente a las corporaciones multinacionales.
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Esta vez ha sido el obispo de Ngong, John Oballa Owaa, presidente de la Comisión para la Promoción del Desarrollo Humano Integral en la Conferencia de Obispos Católicos de Kenia (KCCB, por sus siglas en inglés), con un mensaje al Comité de Medio Ambiente y Recursos Naturales. Los diputados que lo integran se han reunido en Nairobi para preparar el encuentro en torno al Tratado Vinculante de Naciones Unidas 2021 sobre empresas transnacionales y derechos humanos, convocado en Ginebra del 25 al 29 de noviembre.
Que “la desigualdad económica es grande” en Kenia lo sabe bien el padre Luis Carlos Fernández. Aunque se trata de “un país democrático, estable en muchos aspectos”, lo cierto es que “hay un grupo muy reducido de familias con gran cantidad de tierra fértil, apta para la agricultura, cuando la mayoría de la gente pobre trata de sobrevivir en tierra árida”, relata a Vida Nueva este misionero javeriano de Yarumal.
Vivir con un dólar diario
Llegó a África por primera vez desde su Colombia natal en 1982. Ahora, de vuelta al continente, desde 2013 trabaja con los samburu en Lodung’okue –al norte del país–, una zona semidesértica donde esa desigualdad resulta aún más sangrante: “Entre los samburu, el 80% de la población no llega a un dólar diario para su supervivencia”, lamenta.
A ello se suman la corrupción y “un endeudamiento de varios trillones de chelines que va a ser muy difícil pagar”. “Kenia tiene una deuda externa muy grande –advierte el religioso–, se ha empeñado sobre todo con compañías chinas que están construyendo el ferrocarril, las carreteras y otras infraestructuras”. (…)
Hoy son los kikuyu –tribus agricultoras y negociantes– quienes han tomado las riendas y se benefician de una situación económica floreciente. “Hay muchos millonarios y multimillonarios, gente que se asoció con la colonia y que compró o montó negocios muy lucrativos”, explica el misionero colombiano. Mientras, “un gran número de tribus –sobre todo, las nómadas de pastores en el norte, que viven en lugares desérticos o semidesérticos, son incapaces de producir nada y deben recorrer cientos de kilómetros bajo un sol de justicia en busca de comida para sus animales, que son su vida”. (…)