“Observar la agresión a personas en situación de vulnerabilidad, incluidos niños y adolescentes, junto a la destrucción de sus pocas pertenencias, mientras se gritaba “vivas” a Chile, nos llena de vergüenza y de estupor. No es ese el Chile al que todos aspiramos”, expresan los obispos del Comité Permanente del Episcopado en su declaración entregada hoy.
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De ese modo se refieren a los graves actos de violencia contra inmigrantes en la ciudad de Iquique, en el norte del país, ocurridos el sábado. Ese día tuvo lugar una marcha contra la inmigración irregular que convocó a unas 5.000 personas quienes denunciaron la ausencia de medidas del gobierno para abordar la situación de los miles de inmigrantes instalados en las calles, plazas y playas de la ciudad. Al término de la manifestación, un grupo atacó e incendió carpas y otras pertenencias de familias instaladas en un campamento improvisado en la calle.
Inadmisible humillación
Estos hechos provocaron la reacción del relator especial sobre los derechos humanos de los migrantes de la ONU, Felipe González: “inadmisible humillación contra migrantes especialmente vulnerables, afectándolos en lo más personal. El discurso xenófobo, asimilando migración a delincuencia, que por desgracia se ha ido volviendo cada vez más frecuente en Chile, alimenta esta clase de barbarismo”, afirmó González en Twitter.
En la víspera, carabineros había desalojado a unas 130 familias de la plaza Brasil obligándolas a trasladar sus carpas a otro lugar ya que no hay albergues habilitados para recibirles.
Ante estos hechos, la declaración del Comité Permanente expresa que “como obispos de la Iglesia Católica en Chile, nos unimos al dolor y al rechazo que han ocasionado los actos de violencia cometidos contra hermanos inmigrantes en la ciudad de Iquique, ocurridos en los últimos días”.
Todo emigrante es persona humana
Luego, la declaración señala las dificultades de convivencia que pueden ocurrir, e indican que “se requiere una acción coordinada de las autoridades locales y nacionales para hacer frente a una situación que no se puede dejar a la deriva. No puede haber indolencia o negligencia de parte del Estado, pues ello solo agrava el problema”. Agregan los obispos, citando al Papa Benedicto: “Todo emigrante es una persona humana que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación”.
Los obispos no olvidan las causas de la inmigración: pobreza, violencia y crisis de las que huyen, y señalan que “por eso la migración, junto con ser un hecho doloroso, es también un derecho humano, porque las personas tienen derecho a buscar una vida mejor y a huir de la desesperación”. Agregan: “Si la dignidad de la persona humana no queda a salvo y, por el contrario, consideramos a algunos menos valiosos o descartables, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la sobrevivencia de la humanidad”.
La migración deber ser regulada
En su declaración los obispos llaman a las autoridades “a asumir la problemática migratoria, ofreciendo espacios de acogida en condiciones dignas, que permitan no cargar a las comunidades locales con situaciones urbanas indeseadas. También pedimos facilitar los procesos de regularización de acuerdo con la ley y coordinar acciones internacionales a nivel regional que permitan enfrentar el problema en común. Todos estamos de acuerdo en que la migración debe ser regulada, pero regular no es lo mismo que prohibir o hacerla imposible inflexiblemente. La migración no debe ser vista solo como una amenaza, sino como una oportunidad para construir un futuro de paz”, expresa el Comité Permanente del Episcopado.
Este llamado tiene especial valor ante las declaraciones del Ministro del Interior, Rodrigo Delgado, hechas al conocerse la noticia de las agresiones ocurridas en Iquique a inmigrantes: “Vamos a seguir los desalojos en todos los espacios públicos que se requieran para darle tranquilidad a los vecinos y vecinas, y también vamos a seguir con el plan de expulsiones, tal como lo hemos definido en los últimos días”, explicó.
Los obispos, por su parte, concluyen su declaración llamando a los católicos a “no asumir ni promover actitudes hostiles al inmigrante. Una mentalidad xenófoba y replegada sobre sí misma, sea por la consideración que sea, no puede prevalecer por encima de las más hondas convicciones de fe, que nos hacen sostener el valor de cada persona humana y la ley suprema del amor fraterno”, dicen los obispos recordando que ayer, el Papa Francisco celebró la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado.