“En ciertos casos, los obispos han tomado decisiones más restrictivas que los gobiernos civiles, y de todo esto ciertamente deberemos dar cuenta ante el Juez Supremo”, ha escrito el purpurado
Durante los momentos más duros de la pandemia de la Covid-19, cuando los confinamientos más estrictos estaban a la orden del día, la Iglesia tuvo que apresurarse para adaptarse a la nueva situación. Así, las dispensas de acudir a la eucaristía dominical se sumaron a la cancelación de cultos públicos, pero contaron con alternativas creativas, nacidas desde las diócesis o comunidades particulares, como es el caso de las misas retransmitidas por streaming o los grupos de oración. Sin embargo, para el cardenal Robert Sarah, nada de esto era suficiente.
“Transmitir a los fieles la falsa idea de que ‘participar’ en la misa en streaming, o incluso no participar en ella, es lo mismo que ir a la iglesia el domingo, ha fortalecido la convicción de que, al fin y al cabo, rezar y rendir culto a Dios es una cosa menos importante que la salud física”, critica el prefecto emérito de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos en un artículo recogido en el libro ‘Diez mandamientos por diez cardenales’ (Ares) y que ha recogido Il Giornale.
“En ciertos casos, los obispos han tomado decisiones incluso más restrictivas que los gobiernos civiles, por ejemplo, al decidir el cierre de iglesias incluso donde el estado no lo imponía”, ha añadido Sarah, asegurando que “de todo esto ciertamente deberemos dar cuenta ante el Juez Supremo”. “¡Cuántos pastores han afirmado públicamente, durante la pandemia, que la Iglesia ponía en primer puesto la salud de los ciudadanos! Pero, ¿murió Cristo en la cruz para salvar la salud del cuerpo o para salvar las almas?”, apunta Sarah.
Y es que, si bien el cardenal está convencido de que “la salud es un don de Dios y la Iglesia siempre la ha valorado y cuidado de muchas formas”, recalca que “más aún que la salud del cuerpo, para nosotros los pastores cuenta la del alma, que es la ‘suprema lex’, la ley suprema, en la Iglesia”. Por todo ello, Sarah critica que los pastores hayan “permitido que nuestros fieles permanezcan mucho tiempo sin la liturgia, sin la Comunión Eucarística y la Confesión, cuando en cambio —como se ha visto— bastaba con organizarse para ofrecer los Sacramentos de forma segura también desde el punto de vista sanitario”.
Todo ello es, a juicio del cardenal, un símbolo de “sumisión inmediata y silenciosa de los pastores a las autoridades civiles”, mientras que estas últimas “cometieron un verdadero abuso de poder, privando a los cristianos de la libertad religiosa”.