La Iglesia católica vive un crecimiento en el número de ermitaños en diversos países que llevará al Vaticano a publicar en fechas próximas un documento que, por primera vez, regule esta forma de vida consagrada existente desde los principios del cristianismo y que atrae cada vez a más fieles por su radicalidad evangélica y rechazo del ruido y la confusión que, tantas veces, acompañan a la cultura contemporánea.
Aunque la Santa Sede no cuenta con estadísticas globales, pues los eremitas dependen orgánicamente del obispo de la diócesis en que se encuentran, se aprecia un crecimiento de este fenómeno en varios países europeos y en Norteamérica. En Italia, por ejemplo, son unos 300, según comentó el arzobispo de Campobasso-Bojano, Giancarlo Maria Bregantini, organizador el pasado septiembre del primer encuentro de ermitaños de Italia, celebrado en el santuario de Castelpetroso del Molise, al sur del país.
Esa reunión, en la que participaron unos 40 hombres y mujeres que habían elegido esta forma de vivir su fe, tuvo lugar tres meses después del seminario a distancia sobre la vida eremítica organizado por la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, el ‘ministerio’ de la Curia romana encargado de los religiosos.
Fruto principal de aquel simposio es el texto que se publicará en breve y que, en forma de orientaciones o constitución apostólica, ofrecerá unos criterios claros sobre qué hacer para convertirse en ermitaño, para lo que no es suficiente con vivir solo. Fuentes vaticanas adelantaron a Vida Nueva que el documento fijará la fórmula de la profesión y remarcará la responsabilidad de los obispos en este ámbito, pues a ellos les corresponde aprobar el reglamento de vida eremítica en sus respectivas diócesis.
El papa Francisco ya ha dado el visto bueno a este texto, que cuenta con una parte teológico-espiritual y otra canónica, y en cuya elaboración han participado varios eremitas. En él se remarca la importancia de la soledad y la oración, elementos comunes para todos los miembros de la vida consagrada, pero con una dimensión particular para los ermitaños.
Cuando finalmente se publique este documento, quedará regulada la vida eremítica, al igual que ha ocurrido en los últimos años con distintas formas de vida consagrada cuya doctrina y disciplina estaban ya obsoletas o eran insuficientes. Prueba de ello son dos textos recientes: la constitución apostólica Vultum Dei quaerere, dedicada a la vida contemplativa, y la instrucción Ecclesiae Sponsae Imago, sobre el Ordo Virginum, las vírgenes consagradas.
“Ha llegado la hora de que todos los obispos conozcan, aprecien y acepten esta forma de vida consagrada, que es muy seria. No puede ser que te toque cambiar de diócesis para poder vivir tu vocación”, advierte sor Margherita, italiana de 65 años que lleva cuatro viviendo en un eremitorio situado a 1.100 metros de altitud en las montañas del Molise. Antes pasó más de dos décadas en África como miembro de la congregación de las ‘Poverelle’ de Bérgamo. Esta religiosa fue, junto al obispo Bregantini, la impulsora del encuentro de eremitas italianos en septiembre, cita que considera crucial para dar a conocer las necesidades de esta peculiar realidad eclesial.
“Necesitamos que se hable de nuestra vocación. Su principal problema no es que sea individualista, sino que es individual. Es difícil tener una regla general para todos”, cuenta sor Margherita en charla telefónica mantenida un sábado, único día de la semana en que, por lo general, deja un tiempo para hablar con otras personas. Se trata, sobre todo, de una labor de escucha a individuos y parejas que encuentran en los eremitas una valiosa guía para momentos de dificultad.