“Estoy seguro de que el Espíritu nos guiará y nos dará la gracia para seguir adelante juntos, para escucharnos recíprocamente y para comenzar un discernimiento de nuestro tiempo, siendo solidarios con las fatigas y los deseos de la humanidad”. Este fue el deseo del papa Francisco en su intervención al inicio del nuevo Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad, cuyo proceso ha comenzado con un momento de reflexión en el Vaticano y que concluirá en otoño de 2023.
“Estamos llamados a la unidad, a la comunión, a la fraternidad que nace de sentirnos abrazados por el amor divino, que es único. Todos, sin distinciones, y en particular nosotros Pastores”, advirtió el pontífice. “Caminamos juntos en el único Pueblo de Dios, para hacer experiencia de una Iglesia que recibe y vive el don de la unidad, y que se abre a la voz del Espíritu”.
Por ello, destacó el Papa, “comunión, participación y misión” son los tres principios claves del sínodo. “La comunión expresa la naturaleza misma de la Iglesia”, apuntó. Y la comunión, han destacado los papas desde el Vaticano II, está íntimamento unida a la misión de la Iglesia.
La participación tiene que ser para el Papa “una praxis eclesial que exprese la sinodalidad de manera concreta a cada paso del camino y del obrar, promoviendo la implicación real de todos y cada uno, la comunión y la misión corren el peligro de quedarse como términos un poco abstractos”. “Quisiera decir que celebrar un Sínodo siempre es hermoso e importante, pero es realmente provechoso si se convierte en expresión viva del ser Iglesia, de un actuar caracterizado por una participación auténtica”, advirtió.
“La participación es una exigencia de la fe bautismal”, frente a quienes pueden considerar que el sínodo es una encuesta o un parlamento democrático. “En el cuerpo eclesial, el único punto de partida, y no puede ser otro, es el Bautismo, nuestro manantial de vida, del que deriva una idéntica dignidad de hijos de Dios, aun en la diferencia de ministerios y carismas. Por eso, todos estamos llamados a participar en la vida y misión de la Iglesia”.
Para Francisco, “si falta una participación real de todo el Pueblo de Dios, los discursos sobre la comunión corren el riesgo de permanecer como intenciones piadosas”. Por eso denunció las resistencias que reflejan “el malestar y el sufrimiento de numerosos agentes pastorales, de los organismos de participación de las diócesis y las parroquias, y de las mujeres, que a menudo siguen quedando al margen. ¡La participación de todos es un compromiso eclesial irrenunciable!”.
Ahora bien, Francisco es consciente de los riesgos que supone esta experiencia del sínodo que es “una gran oportunidad para una conversión pastoral en clave misionera y también ecuménica”. Entre estos está el formalismo de reducirlo a “un evento extraordinario, pero de fachada, como si nos quedáramos mirando la hermosa fachada de una iglesia, pero sin entrar nunca” frente “un itinerario de discernimiento espiritual efectivo, que no emprendemos para dar una imagen bonita de nosotros mismos, sino para colaborar mejor con la obra de Dios en la historia”. Para ello, pidió, “transformemos ciertas visiones verticalistas, distorsionadas y parciales de la
Advirtió además del riesgo del “intelectualismo” que ve la cita como “una especie de grupo de estudio, con intervenciones cultas pero abstractas sobre los problemas de la Iglesia y los males del mundo” actuando de “manera superficial y mundana” y llegando a las “habituales y estériles clasificaciones ideológicas y partidistas, y alejándose de la realidad del Pueblo santo de Dios y de la vida concreta de las comunidades dispersas por el mundo”.
Frente a la “tentación del inmovilismo” del “siempre se ha hecho así”, rechazó que “quienes se mueven en este horizonte, aun sin darse cuenta, caen en el error de no tomar en serio el tiempo en que vivimos”. “El riesgo es que al final se adopten soluciones viejas para problemas nuevos”, advirtió.
“Vivamos esta ocasión de encuentro, escucha y reflexión como un tiempo de gracia que, en la alegría del Evangelio”, deseó. Porque, añadió, el sínodo ofrece la oportunidad de “encaminarnos no ocasionalmente sino estructuralmente hacia una Iglesia sinodal”; y “ser una Iglesia de la escucha, para tomarnos una pausa de nuestros ajetreos, para frenar nuestras ansias pastorales y detenernos a escuchar”. “Tenemos la oportunidad de ser una Iglesia de la cercanía que, no sólo con las palabras, sino con la presencia, establezca mayores lazos de amistad con la sociedad y con el mundo. Una Iglesia que no se separa de la vida, sino que se hace cargo de las fragilidades y las pobrezas de nuestro tiempo, curando las heridas y sanando los corazones quebrantados con el bálsamo de Dios”, añadió.
“No hay que hacer otra Iglesia, pero, en cierto sentido, hay que hacer una Iglesia otra, distinta”, señaló el Papa citando a Congar. “Por una “Iglesia distinta”, abierta a la novedad que Dios le quiere indicar, invoquemos al Espíritu con más fuerza y frecuencia, y dispongámonos a escucharlo con humildad, caminando juntos, tal como Él —creador de la comunión y de la misión— desea, con docilidad y valentía”, imploró.