El presidente mundial de Scholas Occurrentes relata la experiencia de este movimiento, originado en Buenos Aires (Argentina), ahora inserto en la Pontificia Academia de las Ciencias
Recién regresaba de Roma a Madrid cuando José María del Corral conversó con Vida Nueva. Argentino, profesor y teólogo, él mismo se define como un nómade ahora que preside, a nivel mundial,Scholas Occurrentes, la red de Escuelas para el Encuentro ligada a la Pontificia Academia de las Ciencias.
El día que Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa debió superar dos obstáculos para viajar a Roma y estar en ese momento con quien ya venía trabajando en Buenos Aires: no tenía pasaporte porque nunca había viajado y le tenía pánico a viajar en avión. Los superó.
En agosto de ese mismo año, lanza al mundo Scholas Occurrentes para el encuentro. En marzo del 2014, obtiene el reconocimiento oficial de la Santa Sede como organismo pontificio.
Invitado por la Pontificia Universidad Católica de Chile para exponer sobre la cultura del encuentro en la educación superior durante el Congreso online de Educación Católica organizado por esa universidad, conversó con Vida Nueva.
Del Corral recuerda que, durante la grave crisis argentina que desembocó en el ‘corralito’, el ‘padre Jorge’ le preguntó qué le pasa a los jóvenes. Del Corral lo invitó a preguntarles a ellos mismos para lo cual reunió a jóvenes judíos, musulmanes, evangélicos y católicos, a quienes Bergoglio escuchó. Esa experiencia les motivó a continuar reuniéndose.
“Compartieron sus sueños, sus dolores, sus impresiones de esa Argentina en llamas, y se preguntaron: ¿qué podían hacer?”, rememora José María. El movimiento pasó por la experiencia de ‘Escuelas de vecinos’ donde se consolidó la fuerza de jóvenes creativos, que le hizo crecer con una vitalidad extraordinaria y resultados inesperados, siempre apoyado por la acertada intuición del entonces arzobispo de Buenos Aires.
PREGUNTA-. ¿Cuál es la misión de Scholas?
RESPUESTA.- Fomentar experiencias educativas en los 5 continentes. Convoca jóvenes que están dentro y fuera del sistema educativo para vivir una experiencia de 7 o 10 días donde se plantea el tema del sentido. Tratamos de llegar a una cultura del encuentro a través de una educación que genere sentido. Cuando el joven pierde el sentido de su vida surge la droga, la violencia, a veces el suicidio, como lo vivimos en Salta, Argentina, en un duro e intenso proceso con jóvenes que vivían esa terrible experiencia. Para recuperar el sentido proponemos tres etapas: escuchar, crear y celebrar.
P.- ¿Consideran que la educación no atiende esa situación?
R.- La educación se olvidó de escuchar: el docente habla, el estudiante escucha. Es necesario hacer ver al joven que no está muerto, que no es pasivo, que su vida vale y tiene importancia. Esto va más allá de una cultura, una lengua o una religión. Cuando los jóvenes se encuentran y se escuchan poco a poco se prolongan, a partir de sus dolores, a buscar soluciones de manera creativa. Y lo logran. Hemos tenido experiencias riquísimas con efectos de incidencia muy importantes, tanto en Argentina como en varios otros países en estos últimos años. Cada vez hay más colegios y universidades cuyos académicos acompañan a estos jóvenes a buscar sus soluciones. Que sean ellos los protagonistas de su propio desarrollo.
P.- Entonces el centro está en los jóvenes…
R.- Exacto. Scholas plantea que la solución está en los mismos jóvenes. Buscar con ellos la solución. Muchas veces no es la que esperábamos porque ellos son creativos y encuentran soluciones apropiadas, distintas. Es necesario escucharlos. Esta es la educación que esperan los jóvenes.
P.- Para la educación universitaria, ¿esa propuesta contiene elementos que la diferencien de cuando actúa con adolescentes?
R.- Si. Vimos que no es solo problema escolar, adolescente. En junio del 2020, el Papa envía un telemensaje en el que dice que “estamos viviendo una crisis de sentido”, que hemos perdido el sentido y encomienda a Scholas una universidad del sentido, abierta al mundo. Es lo que hacemos con muchas universidades del mundo. También lo hacemos en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Los jóvenes trabajan algunos días sobre propuestas temáticas que les ayuden a ser profesionales con sentido, con el centro en la persona, con una visión humanista. Eso no lo reciben de la cultura, en forma automática.
P.- Proponer una cultura del encuentro en un contexto con fuerte individualismo, ¿no es ir contra la corriente? ¿Dónde se apoya para avanzar?
R.- En los jóvenes. Si no es por los jóvenes no hay cambios, ellos son los que quieren un mundo mejor, distinto. Para la red del encuentro no es fácil tener apoyos. Por eso, el papa Francisco pidió que sostuvieran el proyecto que dio a conocer en agosto del 2013 a Lionel Messi, a Bono, a Gianluigi Buffon. Otro gran apoyo es el llamado que hizo al convocar al Pacto Educativo Global: un pacto del mundo, la sociedad toda sentada a la mesa para llegar a que esto sea una política de estado, a nivel mundial.
P.- ¿Logros…?
R.- Los propios docentes van descubriendo que la escuela, como estructura, está obsoleta. Poco a poco, se dan cuenta de la necesidad de convertirse en artesanos de humanidad. No vamos por la información o los exámenes, para eso está Google. Vamos por el sentido, por la humanidad: esta es la gran batalla cultural de este momento. Esto es tan evidente que ya hay muchos ministros de educación, docentes, que se van sumando. Porque lo que hay, a los jóvenes no les da sentido, no les provoca. Lo que hoy da más sentido es precisamente construir una vida nueva, como lo dice el nombre de la revista. En palabras del papa Francisco: los jóvenes son el presente, no el futuro. Por eso, les escucha y le anima a ser protagonistas de sus búsquedas y sus sueños.