Mientras el papa Francisco daba por iniciado, el 9 de octubre, el Sínodo sobre la sinodalidad, las diócesis apuran sus convocatorias para desarrollar la fase de “escucha y discernimiento en las Iglesias locales”, que se extenderá hasta abril de 2022, antes de la asamblea propiamente dicha del Sínodo de los apóstoles, en octubre de 2023.
Para acompañar este proceso, la Secretaría de la institución vaticana, que cuenta en esta ocasión con una comisión específica dedicada a pensar una metodología propia, ha publicado un manual, un vademécum que acompaña al Documento preparatorio, que va a ser objeto de diálogo en todo el mundo a través de las propuestas que cada una de las regiones pueda –y quiera– poner en marcha durante este tiempo del proceso sinodal.
A lo largo de los domingos de este mes de octubre, se sucederán en diferentes eucaristías presididas por los obispos que –como ha hecho el Papa en el Vaticano– oficialicen que ha comenzado este tiempo de escucha del Pueblo de Dios. En León, se ha programado una celebración de la Palabra el 17 de octubre, aunque, ya el viernes 8 quedó constituido el Equipo de Consulta Sinodal, que será el encargado de coordinar todas las acciones de esta fase.
De hecho, se cuenta incluso con una ‘Sala del Sínodo’ en las inmediaciones del Obispado. Una idea que ya se puso en práctica cuando la diócesis celebró un sínodo entre los años 1993 y 1995, impulsado por el entonces obispo de la sede, Antonio Vilaplana.
El equipo funcionará hasta el próximo mes de abril, cuando desde la diócesis envíen todo el material trabajado a la Conferencia Episcopal Española, para que esta haga la síntesis de la primera fase. Representantes de laicos, consagrados, sacerdotes y diáconos forman este equipo de seis personas, que está coordinado por María Isabel Fernández Álvarez, laica de 75 años de la parroquia leonesa de Santa Ana y que colabora desde hace dos años con la parroquia de Cimanes del Tejar, dentro de la Unidad Pastoral de Carrizo de la Ribera, a unos 26 kilómetros de la capital.
Maestra de profesión, fue catequista en la parroquia de Jesús Divino Obrero, desde la que vivió el último sínodo diocesano de León hace más de 25 años. Ahora, en su jubilación, colabora como voluntaria en el Programa Penitenciario de Cáritas, dedicado al acompañamiento de internos en situación de permiso voluntario. Esta tarea inminente la ha asumido con “responsabilidad, ilusión y esperanza para caminar juntos”.
“Estamos muy concienciados de todo lo que puede suponer este sínodo en la revitalización de la Iglesia de León en este siglo XXI”, confiesa emocionada a Vida Nueva. Fernández recuerda que la participación en el sínodo de la diócesis, hace un cuarto de siglo, supuso para ella “tomar conciencia de lo que era vivir la fe en la comunidad eclesial”.
Ahora ha pasado el tiempo y tiene la esperanza de que el mensaje de este Sínodo “pueda llegar a todo el mundo, a los que están dentro de la Iglesia –a cada parroquia de la diócesis– y a quienes están fuera, porque tienen mucho que decirnos”. Mientras tanto, el propio equipo ya está siendo una experiencia en la que vivir la sinodalidad.