Vida Nueva repasa textos del papa polaco para alentar la esperanza en este 22 de octubre que la Iglesia celebra la memoria litúrgica conmemorando la misa de inicio de su pontificado
En este 22 de octubre, en el que la Iglesia celebra la memoria litúrgica del papa polaco conmemorando la misa de inicio de su pontificado, Vida Nueva repasa alguna de las palabras de san Juan Pablo II que han hecho historia e invitan a la esperanza.
“¡Hermanos y hermanas! ¡No tengáis miedo de acoger a Cristo y de aceptar su potestad! ¡Ayudad al Papa y a todos los que quieren servir a Cristo y, con la potestad de Cristo, servir al hombre y a la humanidad entera! ¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo! Abrid a su potestad salvadora los confines de los Estados, los sistemas económicos y los políticos, los extensos campos de la cultura. de la civilización y del desarrollo. ¡No tengáis miedo! Cristo conoce ‘lo que hay dentro del hombre’. ¡Solo El lo conoce!” (Homilía al comienzo del pontificado, 22 de octubre de 1978).
“El hombre no puede vivir sin amor. Él permanece para sí mismo un ser incomprensible, su vida está privada de sentido si no se le revela el amor, si no se encuentra con el amor, si no lo experimenta y lo hace propio, si no participa en él vivamente. Por esto precisamente, Cristo Redentor… revela plenamente el hombre al mismo hombre. Tal es —si se puede expresar así— la dimensión humana del misterio de la Redención. En esta dimensión el hombre vuelve a encontrar la grandeza, la dignidad y el valor propios de su humanidad” (Encíclica ‘Redemptor Hominis’, 4 de marzo de 1979, núm. 10).
“Quienes participan en los sufrimientos de Cristo tienen ante los ojos el misterio pascual de la cruz y de la resurrección, en la que Cristo desciende, en una primera fase, hasta el extremo de la debilidad y de la impotencia humana; en efecto, Él muere clavado en la cruz. Pero si al mismo tiempo en esta ‘debilidad’ se cumple su ‘elevación’, confirmada con la fuerza de la resurrección, esto significa que las debilidades de todos los sufrimientos humanos pueden ser penetrados por la misma fuerza de Dios, que se ha manifestado en la cruz de Cristo” (Carta apostólica ‘Salvifici Doloris’, 11 de febrero del año 1984, núm. 23).
“El eclipse del sentido de Dios y del hombre conduce inevitablemente al ‘materialismo práctico’, en el que proliferan el individualismo, el utilitarismo y el hedonismo… En semejante contexto el ‘sufrimiento’, elemento inevitable de la existencia humana, aunque también factor de posible crecimiento personal, es ‘censurado’, rechazado como inútil, más aún, combatido como mal que debe evitarse siempre y de cualquier modo. Cuando no es posible evitarlo y la perspectiva de un bienestar al menos futuro se desvanece, entonces parece que la vida ha perdido ya todo sentido y aumenta en el hombre la tentación de reivindicar el derecho a su supresión” (Encíclica ‘Evangelium Vitae’, 25 de marzo de 1995, núm. 23).
“Vivir para el Señor significa también reconocer que el sufrimiento, aun siendo en sí mismo un mal y una prueba, puede siempre llegar a ser fuente de bien. Llega a serlo si se vive con amor y por amor, participando, por don gratuito de Dios y por libre decisión personal, en el sufrimiento mismo de Cristo crucificado. De este modo, quien vive su sufrimiento en el Señor se configura más plenamente a Él y se asocia más íntimamente a su obra redentora en favor de la Iglesia y de la humanidad” (Encíclica ‘Evangelium Vitae’, 25 de marzo de 1995, núm. 67).
“Para que el milenio que está ya a las puertas pueda ser testigo de un nuevo auge del espíritu humano, favorecido por una auténtica cultura de la libertad, la humanidad debe aprender a vencer el miedo. Debemos aprender a no tener miedo, recuperando un espíritu de esperanza y confianza. La esperanza no es un vano optimismo, dictado por la confianza ingenua de que el futuro es necesariamente mejor que el pasado. Esperanza y confianza son la premisa de una actuación responsable y tienen su apoyo en el íntimo santuario de la conciencia, donde el hombre está solo con Dios, y por eso mismo intuye que ¡no está solo entre los enigmas de la existencia, porque está acompañado por el amor del Creador!” (Discurso ante la ONU, 5 de octubre de 1995).
“Soy feliz, séanlo también ustedes. No quiero lágrimas. Recemos juntos con satisfacción. En la Virgen confío todo felizmente”. “Dejadme ir a la Casa del Padre” (Palabras de los últimos días, dichas a su secretario Stanisław Dziwisz).