Tres meses han pasado desde que Cuba sacara a la superficie lo que esconde su alma. ¡Libertad! La tierra vibraba con cada paso y con el clamor que hasta ahora había sido silenciado. Y ya no habrá más silencios. Católicos, cristianos de otras denominaciones, agnósticos, todos los cubanos continúan alzando la voz para ser libres y para encontrar la Verdad. Y aunque no resuene en todas las calles, ni en los medios de comunicación, hay un grito que llega a la Habana Vieja.
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El eco de ese deseo de ser libres se escucha entre las paredes del Instituto de Estudios Eclesiásticos Padre Félix Varela. Es el lugar donde algunos cubanos, especialmente los jóvenes universitarios, “descubren a Dios y, por tanto, al ser que le ha sido escondido durante más de 60 años”. Allí, entre negros, blancos, mestizos, entre las sonrisas que esconden el cansancio de ‘la lucha diaria’, está el padre Luciano Borg, sacerdote de origen maltés y misionero agustino. Alguien que, junto a la Iglesia, escucha y responde –sin violencia– al sueño que comparten 11 millones de personas.
Comprometido desde hace 11 años con Cuba, el padre Luciano asume con alegría su misión de evangelizar a través de la formación académica. En este instituto, donde se respira el espíritu familiar, el teólogo y doctor en Filosofía junto a un claustro de 31 profesores, ofrecen a la juventud cubana la oportunidad de ver el mundo desde otra perspectiva. “Queremos tratar de inspirarlos en el Evangelio y sin olvidar la Doctrina Social de la Iglesia, algo en lo que nosotros nunca hemos defraudado a nuestros estudiantes”, asegura.
Tras una convocatoria pública y un proceso de entrevistas, los alumnos provenientes del sistema estatal pasan a formar parte de un proyecto de la Iglesia, donde es lícito debatir sobre filosofía, religión, ciencia, cultura, sobre Cuba y muchos otros temas. Es uno de los escasos espacios de la isla donde los jóvenes, formados en el entramado del marxismo-leninismo, tienen acceso a una “formación más completa y más abierta”.
Una formación que, tal como explica el padre Borg, no está basada ni fundamentada en una ideología sino que les permite la posibilidad de abrirse, descubrir sus talentos, hallar por sí mismos respuestas y acercarse a la espiritualidad cristiana. Todo ello sin imposiciones y desde el respeto a la heterogeneidad e individualidad de cada uno.
Desde que en 2012 el cardenal Jaime Ortega impulsara la creación del Instituto de Estudios Eclesiásticos Padre Félix Varela, el presbítero vio en esta instancia una gracia del Señor para que llevara a cabo su misión. Desde entonces se dedica principalmente a impartir asignaturas como Historia de la Filosofía medieval y contemporánea, Metafísica, materias relacionadas con el pensamiento filosófico y la contemporaneidad postmoderna. Además entre las líneas de investigación que desarrolla, se encuentran la Ontología y Antropología, el Pensamiento filosófico, acción política y ética; ambas de la cátedra de Filosofía que él mismo dirige.
Un grito alto y claro
Esta es la aventura a través de la cual el misionero ha logrado establecer una zona afectiva con sus alumnos. Para eso ha sido y es muy importante su conciencia de sacerdote y agustino en particular, algo que le ayudado a la hora de construir sus relaciones con los jóvenes cubanos. Es importante “que sepan que pueden contar conmigo”. Por eso no solo los enseña, sino que también les acompaña como sacerdote y amigo en medio de carencias y limitaciones.
El 11 de julio cuando miles de cubanos salieron a la calles a manifestarse pacíficamente, el padre Borg no estaba en Cuba. Pero, en cuanto tuvo noticias de lo que estaba sucediendo, pensó que era fruto de la saturación a la que ha llegado el pueblo. En esas protestas se escuchaba un grito alto y claro: ¡Libertad! Y ese grito, dice el misionero agustino, “ha marcado un punto de inflexión. El 11 de julio demostró que hay un pueblo con muchos valores, porque la libertad es un valor”.