“Enseñar no consiste principalmente en transmitir conceptos, sino en integrar procesos. Podemos hablar, en nuestras clases, de amor, de cuidado, sin que esto llegue a calar en profundidad en nuestros alumnos, que copiaran estos conceptos en sus cuadernos como reglas de álgebra”. Así se ha expresado el papa Francisco en su mensaje enviado al presidente de SM, José Manuel Cidad, con motivo del I Foro Internacional Escuela Católica ‘Una escuela que cuida’, organizado por la editorial para profesionales de la educación de España e Iberoamérica.
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Para Francisco, “es necesario que los alumnos hagan experiencia, en primer lugar, de una escuela que cuida de ellos, lo que les permitirá comprender, apreciar y agradecer lo que significa amar y cuidar”. Feliz de unirse al evento, el Papa ha señalado que es una oportunidad para “agradecer una vez más el trabajo de tantos docentes que de forma silenciosa y abnegada colaboran con la misión de enseñar en la Iglesia”.
Según ha señalado el Pontífice, “una escuela que cuida es una escuela que quiere ser madre, capaz de acoger, sostener y ponerse a la escucha de los alumnos, para poder responder así a sus necesidades y ayudarlos en su crecimiento”.
Rechazar el individualismo y construir fraternidad
“Qué bueno sería poder infundir en los alumnos el deseo de recorrer el mismo camino que hizo María para con Jesús. Ayudarlos a crecer ‘en estatura y gracia’ es darles lo necesario para un desarrollo físico y mental en las dos facetas que apunta el Evangelio. La primera, ‘ante Dios’, pues no podemos olvidar que todo proceso nos debe llevar siempre a Él. La segunda, ‘ante los hombres’, es decir, la necesidad de integrar todas las dimensiones que nos constituyen como humanos, rechazando el individualismo y construyendo fraternidad”, ha añadido.
Como ha recordado Jorge Mario Bergoglio, “tal crecimiento está encaminado a que los alumnos se sientan interpelados por los retos que el mundo les ofrece y los haga sentirse miembros de esa escuela, que además de cuidarlos a ellos los llama a cuidar también de los demás, según su capacidad”. Para ello, “ayudan los pequeños gestos que vayan creado en los alumnos la certeza de que poniendo cada uno de su parte y trabajando juntos pueden hacer algo positivo para mejorar el planeta y construir un mundo mejor”.
En el mismo sentido, ha continuado: “Es importante que sean gestos concretos, visibles, que no se dirijan a una cuestión abstracta, sino a alguien real, un hermano o hermanos que sufren, y con quienes debemos identificarnos porque Dios los ama, como nos ama a nosotros”.
Lección de vida
“Qué hermoso sería si como fruto de este trabajo, cada alumno, cada padre, cada profesional que trabaja en el colegio, pudiera decir que en su escuela siempre se ha sentido cuidado. Más hermoso sería aún, que al final de sus días esas mismas personas pudieran decir que en su colegio aprendieron esa lección de vida, y que desde entonces cuando se han integrado en un grupo, comenzaron un trabajo o han formado su propia familia, han sentido la necesidad de construir relaciones a partir de esta cultura del cuidado“, ha insistido.
Y ha agregado antes de despedirse y pedir que recen por él: “Qué bien nos haría a todos si, a pesar de nuestras deficiencias, nuestras sociedades se fueran conformando en la responsabilidad, asumiendo que cualquiera de nosotros, con esos pequeños gestos cotidianos aprendidos en la escuela y en la vida, puede colaborar en la edificación del mundo que Dios nos ha pedido cuidar, y que el único requisito es que seamos capaces de trabajar juntos”.