Vaticano

El secreto de Francisco para ganarse el cielo: “¡No hay santidad sin alegría!”

En el ángelus de la solemnidad de Todos los Santos, el Papa subraya que el cristiano no puede vivir “con rostro fúnebre”, sino ser profeta de “la misericordia, la justicia y la paz”





Un ángelus interactivo. Es lo que propició ayer Francisco durante la oración desde su estudio en los palacios apostólicos en la solemnidad de Todos los Santos. “Preguntémonos esto: ¿somos cristianos alegres? ¿Transmitimos alegría o somos personas aburridas y tristes con rostro fúnebre?”, expuso a los fieles congregados en la plaza de san Pedro.



“Recordemos: ¡no hay santidad sin alegría!”, les interpeló. Para Francisco, “la santidad no es un programa de vida hecho solo de esfuerzos y renuncias, sino sobre todo el gozoso descubrimiento de ser hijos amados por Dios”.

No solo optimismo

Haciendo suya la lectura del día correspondiente a las Bienaventuranzas, remarcó que “nos muestran el camino que conduce al Reino de Dios y la felicidad: el camino de la humildad, la compasión, la mansedumbre, la justicia y la paz”, expuso como vías para “ser santo”.

“La alegría del cristiano, entonces, no es la emoción de un momento o un simple optimismo humano, sino la certeza de poder afrontar cada situación bajo la mirada amorosa de Dios”, expuso el pontífice, recordando que toda “fuerza” y “coraje” emanan de Él. De hecho, ratificó cómo “sin alegría, la fe se convierte en un ejercicio riguroso y opresivo, y corre el riesgo de enfermarse de tristeza”.

Junto al gozo interior y exterior, el Papa también se detuvo en la profecía como otro rasgo propio de la santidad. “Las Bienaventuranzas están dirigidas a los pobres, los afligidos, los hambrientos de justicia”, relató para defender cómo esta propuesta de Jesús es “un mensaje en contracorriente”.

Plenitud de vida

Cuando todavía los líderes del G20 continúan por Roma o de camino a la COP26 de Glasgow, Francisco dejó caer que “el mundo dice que para tener felicidad debes ser rico, poderoso, siempre joven y fuerte, disfrutar de la fama y el éxito”. “Jesús anula estos criterios -prosiguió el Santo Padre- y hace un anuncio profético: la verdadera plenitud de vida se alcanza siguiéndolo, practicando su Palabra. Y esto significa ser pobre por dentro, vaciarse para dar lugar a Dios”.

Así, expuso que para ser signo de profecía urge “hacerse pequeño y encomendarse a Dios”, “practicar la misericordia”, así como “comprometerse con la justicia y la paz”. A partir de ahí, de nuevo busco una respuesta de quienes le seguían en la plaza: “¿Soy testigo de la profecía de Jesús? ¿Expreso el espíritu profético que recibí en el bautismo? ¿O me adapto a las comodidades de la vida y a mi pereza, pensando que todo está bien si me parece bien? ¿Traigo al mundo la alegre novedad de la profecía de Jesús o me encierro en las quejas habituales sobre lo que está mal?”.

Además, el Papa adelantó que mañana visitará el cementerio militar francés de Roma, para rezar por todos los fallecidos, especialmente por “las víctimas de todas las guerras”. Para finalizar deseó “una feliz fiesta de todos los santos en compañía de todos los santos”.

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