El secretario pastoral adjunto en la Conferencia Episcopal de Chile explica el proceso sinodal que vive la Iglesia en el país derivado de la crisis por los abusos, ahora integrado en la convocatoria del papa Francisco
Como en todo el mundo, también las diócesis chilenas convocaron al inicio de la etapa diocesana del Sínodo sobre la sinodalidad, convocado por el Papa Francisco. Sin embargo, aquí se integró al proceso de discernimiento ‘Pueblo de Dios, camino de esperanza’, iniciado el año 2018.
La gravedad y doloroso impacto de los abusos sexuales en la Iglesia, transparentados con crudeza tras la visita del papa Francisco y la posterior convocatoria a los obispos chilenos al Vaticano fueron el detonante para que la Asamblea Plenaria Extraordinaria de obispos, realizada en julio de 2018, acordara realizar la III Asamblea nacional eclesial.
Desde ese momento, se abrió un camino de escucha y diálogo a nivel diocesano y nacional con agentes pastorales laicos y consagrados, hombres y mujeres, para “mirar de frente, asumir y sufrir el conflicto, y así poder resolverlo y transformarlo en el eslabón de un nuevo caminar” (“Carta del Santo Padre Francisco al Pueblo de Dios que peregrina en Chile”, 2018).
Tras la interpelación del Papa, se fue constatando la necesidad y el deber de buscar juntos una nueva forma de ser Iglesia: una Iglesia sinodal, profética y esperanzadora, que pone a Jesús en el centro. El año 2019 se inició un período de escucha detenido por las manifestaciones sociales de octubre y luego por la pandemia. En estos días, se ha difundido el documento que recoge los aportes de ese período para volver a poner en marcha el proceso hacia la Asamblea eclesial nacional a realizarse en octubre del próximo año, ahora articulado con la fase diocesana del Sínodo de Roma.
Renzo Ramelli, párroco de la Purificación de Nuestra Señora en la diócesis de Valparaíso y Secretario Pastoral Adjunto en la Conferencia Episcopal de Chile (CECh) explicó a Vida Nueva el desarrollo de este proceso.
PREGUNTA.- ¿Cómo ha sido la acogida de las diócesis chilenas a su participación en el Sínodo mundial?
RESPUESTA.- De diversas formas todas las diócesis dieron inicio al Sínodo sobre la sinodalidad convocado por el Papa, reconociendo este momento como un nuevo impulso al camino nacional de discernimiento vivido en el país desde 2018. En contacto permanente con vicarios pastorales y equipos diocesanos estamos llamando a profundizar en la búsqueda de sendas de renovación y conversión de la Iglesia. Por ello decimos que el tiempo de escucha y participación promovido en las diócesis, a nivel nacional e incluso la Asamblea Latinoamericana, son parte de un mismo camino sinodal al que nos impulsa el Espíritu Santo en este tiempo histórico.
P.- ¿Qué énfasis tendrá este proceso?
R.- El principal énfasis es reconocer que en Chile este camino sinodal no comienza desde cero. Tras la crisis de los abusos evidenciada con fuerza en la visita del Papa en 2018, cientos de personas y comunidades se reunieron a buscar el querer de Dios en medio del dolor. Dicho proceso involucró a comunidades y grupos de las distintas diócesis del país, quienes en encuentros de discernimiento comunitario abordaron tres temáticas relevantes para comprender y buscar caminos de superación de la crisis de la Iglesia: las relaciones interpersonales, las estructuras y la gestión, y los signos de los tiempos.
P.- Esos aportes ¿fueron recogidos?
R.- Sí, claro. En un informe que hemos dado a conocer hace unos días y que hemos pedido a las diócesis sea el primer instrumento de reflexión y diálogo de este camino sinodal en Chile. Los resultados de ese documento dan cuenta de problemas y malas prácticas que han constituido el marco que posibilitó la ocurrencia de abusos. Pero, el Informe también señala anhelos y avanza en propuestas que pensamos son muy relevantes tener presentes al iniciar la etapa sinodal diocesana que comienza.
P.- Un rasgo característico es la participación y la escucha al laicado, ¿cómo se vive eso?
R.- En Chile, el Sínodo lo estamos promoviendo bajo el título “Pueblo de Dios, camino de esperanza”, pues entendemos que este llamado a la participación, comunión y misión a la que nos invita debe ser con todas y todos los bautizados, pero también diálogo con la sociedad de la que somos parte, junto a los hombres y mujeres de este tiempo con los que construimos la historia.
P.- ¿Con instrumentos?
R.- Estamos preparando algunos instrumentos de participación que permitan profundizar en aquellas problemáticas detectadas en los tiempos de escucha de estos años, incluyendo la crisis eclesial, social y sanitaria. Pero también queremos salir a escuchar lo que nos puedan decir quienes no han sido parte de los procesos participativos anteriores, y quienes sin ser creyentes quieran dar su opinión sobre la Iglesia de hoy y la que podría ser.
P.- ¿Y cómo se está incentivando esa participación laical?
R.- El Sínodo promueve que en cada diócesis exista alguien que anime a la participación. Sin embargo, en Chile hemos querido replicar en parte la experiencia vivida con la Asamblea Latinoamericana, por lo que hemos animado a conformar equipos que promuevan y den a conocer las diversas posibilidades de hacerse parte de este proceso en los diversos territorios y ambientes. Dichos equipos están ya diseñando diversas estrategias pasando por asambleas diocesanas, encuentros u otras instancias como salir a escuchar a quienes participan de las misas dominicales, grandes celebraciones religiosas populares, misiones de verano y escuelas de la fe.
P.- ¿Y las redes sociales?
R.- También estamos convocando a difundir con fuerza este tiempo sinodal en las redes sociales digitales para lo cual también estamos buscando maneras creativas de llegar a las familias y a los jóvenes. Por ejemplo, un grupo de reconocidos cantantes católicos se unieron en una experiencia sinodal y crearon un himno llamado “busquemos camino” para motivar desde la música y el arte. Así como esa experiencia animamos a seguir buscando otras maneras de extender esta invitación para encontrar caminos de renovación en la Iglesia, que finalmente es el gran anhelo de fondo expresado por las comunidades.