El grupo recorre un camino largo de arena, festoneado por casas construidas a rajatabla con lo mínimo, la brisa corre fuerte a esa hora. Huellas borradas en el camino, al fin llegan. Salen varios niños curiosos a husmear a ese chico barbudo, de sandalias, camiseta y pantalones de pana a cuadros. Lleva una cacerola grande y ocho litros de leche. El más osado inquiere: “¿Quién sos vos?”. El joven risueño dice: “Lucas Solís, pibe, el de Cáritas”. Él será la voz más joven de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe.
Es día del censo, el equipo de Lucas visita Corazones, un suburbio de más de 50 personas a las riberas del río Victoria, en la provincia de Entre Ríos. Allí viven los más pobres entre los pobres. “No tienen servicio de luz, agua ni alumbrado. Hay niños con diversos grados de desnutrición”, cuenta el joven agente.
Por alguna razón del destino, esta visita fue espontánea y, por primera vez, llegan a esta intrincada zona para conocer el único merendero que no está en las estadísticas del distrito: “Estamos con apoyo de Jéssica, la líder de este barrio, para realizar una encuesta de todos los niños, con la esperanza de convertir el merendero en un comedor, es decir, para que puedan comer tres veces al día. Ya habíamos oído hablar de la zona, pero de repente decidimos y nos adentramos, con fotógrafo y todo”.
Jéssica aparece con sus cuatro niñas. Recogen la leña para preparar la gran cacerola de chocolate y compartir con los nenes, quizás el único bocado que tendrán en el día. Como si fuera suelo sagrado, Lucas limpia sus sandalias. Tras lidiar con el caballo que estaba debajo del árbol de donde sacaron la leña, arde la hoguera. Lucas bate el chocolate, es un confeso admirador de estas gentes, tienen una gran capacidad de agradecimiento: “Por este chocolate y el pan, por la visita y el abrazo, ellos sienten que les has dado el cielo. Te lo agradecen con aquella emoción, y esto es lo que más me llena, la labor cumplida”.
Corazones es una invasión que data de 2015, gente muy pobre venida de Rosario, la segunda ciudad más poblada de Argentina, comenzaron a cruzar el puente que divide estas dos regiones, empujados por la crisis y el descarte. Al respecto, Lucas cuenta que “esto antes era el basural de Victoria; aunque habitado, la contaminación sigue aún. No llega a ser una villa, porque no es un territorio extenso, es un solo camino de arena nada más”.
Comienza una nueva alianza, sin duda: “Les dije a las mujeres, escríbanme a mi WhatsApp, no tengan pena en pedirnos ayuda, allí estaremos”. Recuerda Lucas que “la sociedad en algún momento las empezó también excluir por pobres”. Y, por tanto, han salido de Rosario en busca de mejores condiciones en Victoria, porque “usurpar un terreno no es fácil, por ello queremos ir apoyando a empoderar a esta comunidad para que poco a poco tengan servicios públicos y mejore su calidad de vida, hasta soñamos con hacerles una escuela a los niños”.
De hecho, Lucas confiesa que lleva la oración por dentro, mientras que con sus manos actúa. “Aquí no oramos, tampoco queremos imponerlo, debe ser un obrar del Espíritu; así de fácil, antes que ser un insulso devoto, prefiero ser una buena persona, lo demás vendrá por añadidura”. Las mujeres, encabezadas por Jéssica, salen a encuestar.
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