A las 9 de la mañana del sábado, cientos de jóvenes llegados de diversas parroquias de la diócesis, se reunieron en la capilla de Puquillay Bajo. Era la primera de 3 estaciones en las que escucharon la Palabra, oraron, cantaron y recibieron indicaciones para iniciar la marcha, bajo el lema inspirador: ‘María, siempre joven’.
La segunda estación, a los pies del monte donde se ubica el santuario, fue otro lugar de recogimiento y descanso. Desde allí el ascenso hasta el santuario de la Virgen de Puquillay, donde un concierto musical les reanimó. A las 12 horas, tuvo lugar el primer encuentro de los jóvenes con el recién asumido obispo de Rancagua, Guillermo Vera, quien presidió la eucaristía. En su homilía, Vera les recordó la importancia de orar con fe, sobre todo en este inicio del Mes de María, y los conminó a ser mejores discípulos de Jesús y mejores misioneros del Señor.
Entre los participantes se encontraban los 22 jóvenes que durante el año realizaron el curso de Líderes Juveniles y que, en esta oportunidad, recibieron de manos del obispo el certificado que acredita ese curso.
Esta es la 18ª versión de esta peregrinación que ya se ha hecho tradición en la diócesis de Rancagua, organizada por el Departamento de Pastoral de Juventudes. Este año fue necesario hacer inscripción previa para limitar el número de participantes a fin de cumplir con el aforo del lugar. El año pasado no se realizó la peregrinación debido a la pandemia. Por ello, los jóvenes se mostraron muy entusiastas y le dieron muy buena acogida.
“Sabemos que estamos viviendo momentos desafiantes y delicados como país y humanidad, pero los cristianos estamos llamados a llevar la luz de la esperanza en los momentos oscuros de la vida, y hoy quisimos llevar esta luz con la Madre de Jesús, nuestra Madre María. Quisimos ser peregrinos, en salida, como miembros jóvenes de una Iglesia en salida, servidora”, aseguró uno de los dirigentes juveniles diocesanos.
El anterior obispo diocesano, Alejandro Goic convocó por primera vez esta peregrinación el año 2004, cuando asumió la diócesis, propuesta como una experiencia espiritual y de evangelización. Ese primer año participaron 6 mil jóvenes que fueron aumentando cada año. Siempre con un lema inspirador y estaciones en las que escuchan la Palabra, hacen oración, cantan y reciben informaciones.
Este santuario está en la cima del cerro Puquillay, 4 kilómetros al sur de la ciudad de Nancagua, en el valle de Colchagua, 165 kilómetros al sur de Santiago de Chile.
En 1904, el fervor de integrantes de la comunidad parroquial, en Nancagua, formó una sociedad para arreglar el templo que ya existía y erigir una imagen de la Virgen en la cima del cerro Puquillay. Al año siguiente llegó la estatua de la Virgen, desde Francia, y en enero de 1906 se bendijo la primera piedra.
El terremoto de agosto de 1906 dejó al pueblo en ruinas y dañó la iglesia en el cerro. El pueblo insistió trabajando todo el año siguiente hasta que el 15 de agosto de 1908 se inauguró el santuario que incluye la estatua de la virgen sobre un pedestal de 6,50 metros junto a una capilla y un recinto para acoger a los peregrinos que acuden desde muchos lugares de Colchagua. Esta rica tradición religiosa se fortaleció con las peregrinaciones juveniles iniciadas el 2004 que han puesto al santuario en la mira de jóvenes de las 67 parroquias de la diócesis.
Por ello, el recién llegado obispo Vera, al invitar a los jóvenes a esta peregrinación, les llama a “que sea un encuentro alegre de jóvenes, que sea muestra de la primavera de la Iglesia que son ustedes, y ahí junto a la Virgen, queremos aprender a ser mejores discípulos de Jesús, mejores misioneros del Señor. No te olvides, en Puquillay, la Virgen y tus amigos y amigas te esperan”.