“Hoy parecen imponerse las oscuras ambiciones de poder de quienes han hecho añicos nuestro país”. Con estas palabras el obispo auxiliar de Managua, Silvio José Báez, se pronunciaba ayer sobre las elecciones presidenciales de Nicaragua, unos comicios cuestionados por la comunidad internacional y que previsiblemente darán como vencedor a Daniel Ortega, después de la purga llevada a cabo en los últimos meses contra las alternativas de Gobierno.
“Hoy no es un día de victoria para nadie en Nicaragua”, lamentó el carmelita descalzo sobre sobre los comicios. A la vez que sus compatriotas estaban llamados a las urnas para renovar el mandato de Ortega, Báez presidía la misa dominical en la Basílica del Santuario de la Inmaculada Concepción en Washington.
Las primeras palabras de la homilía para el pastor se centraron en recordar “nuestra patria y nuestro pueblo tan sufrido en estos momentos tan oscuros”. Como ese punto de partida, recordó que “nuestro pueblo huérfano tiene una madre”, en referencia a la patrona de Nicaragua.
“Hoy es un día más del doloroso camino de lágrimas y muerte que ha vivido nuestro país y que ha dejado tantas víctimas inocentes, a quienes no podemos ni queremos olvidar”, denunció, a la vez que subrayó cómo “el mundo entero tiene puesto los ojos en nuestro país a causa del ilegítimo evento que hoy allá se realiza”.
Durante su alocución, el obispo quiso tener presente a “las personas asesinadas por la represión, los exiliados que se han visto obligados a abandonar su país y quienes han sido encerrados injustamente en la cárcel y son tratados con crueldad, simplemente por querer un país mejor”. Sin citar expresamente a Ortega, criticó “sus cínicos discursos, con los que han intentado distorsionar la historia y ocultar la verdad”.
“Sin embargo, y lo digo con claridad de todo corazón, hoy no termina la historia de Nicaragua”, dijo en un tono esperanzado, con el convencimiento de que “hoy no es el final sino el inicio de una etapa llena de retos y de esperanzas, de luchas y compromisos, de unidad y de generosidad”.
“Hay mucho que hacer, pero no nos sintamos abrumados”, señaló refiriéndose a las dos monedillas de la viuda del Evangelio para animar a los presente en el templo, en su mayoría migrantes y exiliados nicaragüenses. “Lo que no podemos hacer -continuó- es resignarnos a que un poder autoritario decida por toda la sociedad, tampoco podemos olvidar a la víctimas ni relegar a los pobres olvidando sus importantes demandas sociales como el encarecimiento de la vida y el desempleo”.
“Tampoco podemos simplemente pasar la página de la historia, ignorando la verdad y burlando la justicia. El futuro será exigente”, subrayó en relación a la necesidad de cultivar “la auténtica libertad, la libertad interior, nace de un corazón sin ambiciones”.
“El futuro de un pueblo no depende principalmente de la voluntad de los poderosos, sino de la capacidad de este pueblo de organizarse, aunque no vea el futuro con claridad”, reafirmó Báez que se vio obligado a abandonar el país en abril de 2019 por mandato papal para preservar su seguridad.
Desde la dureza de su discurso, pero sin dejarse llevar por un tono revanchista, el carmelita descalzo hizo un llamamiento a “soñar en grande aunque sea un pueblo pobre y de sembrar semillas de bondad y de compasión, aunque esté sometido con crueldad”.