Tan dolorosa como fascinante por la reacción de la madre, la de María ha sido una muerte trágica convertida en una prueba de fe. Un testimonio alejado de las pruebas periciales y de las disputas derivadas de un accidente donde la fallecida es una niña de cinco años a la salida de un colegio.
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Por el abrazo redentor y por la carga de la inversión del dolor, consolidada en una carta que invadió todos los teléfonos móviles de España. En ella María, la madre de María, pedía que se rezara por María, “la madre que le ha tocado, a nuestro parecer, el peor trago del accidente”. El leitmotiv es el amor de una madre, algo puramente mariano.
“Es un testimonio de amor que no es normal: son dos personas que podían haber tenido una reacción natural muy distinta”, declara a esta revista Ignacio Belzunce, capellán del Colegio de Fomento Montealto –vinculado al Opus Dei–, especialmente emocionado estos días en su calidad de testigo directo. El sacerdote divaga ante “un gesto de amor apabullante que solo se puede comprender desde la fe, desde la transformación que provoca en el corazón humano”.
Un error fatal
Belzunce estaba en el oratorio el jueves, 4 de noviembre por la tarde, cuando las colas densas y serpenteantes que forman los escolares a su salida se disipaban. Fue entonces cuando dos niñas llorosas acudieron a él informándolo de lo sucedido: un Volvo XC90 había acelerado cuando su conductora calibraba la marcha atrás. Un error fatal que acabó con tres niñas bajo el vehículo. Cuando llegó, la madre de María estaba acostada junto a ella. “Todo fue muy rápido: me arrodillé, le cogí la mano, le di la absolución y me di cuenta de lo pequeña que era”.
El capellán no portaba consigo los oleos para la extremaunción. “Le di la absolución sub conditione, pero sobre todo lo que hice fue cogerle de la mano y hacerle mucho la señal de la cruz. Pensé que ese gesto a ella y a su madre le podría recordar que está muy cerca de Dios”.