Hans Zollner, el mayor experto en la Iglesia en la lucha contra la pederastia, da un paso al frente para defender el secreto de confesión. Así lo explica en un artículo que publican la revista Vida Nueva en castellano y el magazine The Tablet en su versión inglesa.
“El sacramento de la reconciliación puede ser un instrumento en la lucha contra el abuso y conducir a una mayor confianza en los confesores”, expone en el texto el director del Instituto de Antropología sobre estudios interdisciplinares sobre Protección y Dignidad Humana (IADC) de la Universidad Pontificia Gregoriana.
Para el miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, remitiéndose al Código de Derecho Canónico, el sigilo sacramental “es inviolable”. Eso sí, describe que la Iglesia católica no busca que “sus leyes se sitúen por encima de las leyes estatales”, a la par que advierte de que “tampoco hay pruebas convincentes que demuestren que el abuso se evitaría retirando el secreto de confesión”.
Con esta premisa, admite que el debate generado desde hace tiempo y reavivado tras el informe sobre la pederastia eclesial en Francia, cuenta con “una fortísima carga emocional” al entrelazarse “temas muy delicados como la vergüenza, la privacidad y la responsabilidad personal”.
Sin embargo, advierte de que “si la Iglesia no explica mejor por qué el secreto de confesión no protege a los abusadores u otros criminales graves de la justicia, y por qué el secreto de confesión puede ayudar a salvaguardar a los niños y adultos vulnerables, los legisladores estatales pueden llegar a apuntar a la inviolabilidad del secreto de confesión”.
Para ello, lanza algunas sugerencias tales como una mayor formación inicial y permanente a los confesores y acompañamiento para que sean “oyentes empáticos” e “intérpretes cualificados”, para que puedan “lidiar con los principios morales y legales que a veces están en contradicción”.
Con estos elementos, reclama a la Santa Sede “una nueva instrucción para los confesores” que reitere “las obligaciones de respetar las leyes para denunciar los abusos fuera del confesionario y también reafirmaría el secreto de confesión”.
Además, en el texto, el experto en la lucha contra los abusos, apela a la “responsabilidad personal” del sacerdote ofreciendo unas pautas inexcusables: “Incluye pedir a un abusador que detenga el abuso, que se denuncie a sí mismo ante las autoridades legales y que busque ayuda terapéutica, y que la absolución por el pecado de abuso no se puede dar a menos que no solo se haya demostrado una contrición sincera, sino que se haya demostrado la voluntad de compensar el daño causado”.
Desde su experiencia personal, va desgranando en el artículo algunos de los tópicos vinculados al sacramento de la reconciliación. “Se da por hecho que los autores de un abuso sexual pueden revelar el abuso en la confesión, recibir la absolución y luego continuar abusando sin afrontar ninguna consecuencia”, escribe en el artículo, para a continuación aclarar que “con la excepción de los capellanes de la prisión, es muy poco probable que los sacerdotes escuchen una confesión de un autor de abuso sexual a niños”. “Solo un sacerdote me ha dicho que había escuchado la confesión de un abusador, y eso fue en una única ocasión”, suscribe Zollner.
Por el contrario, sí presenta la confesión como un espacio privilegiado para que puedan encauzarse episodios de abusos, tanto por parte de las víctimas, de quienes tienen sospechas de conocer algún caso o, incluso, de los propios depredadores. De nuevo, comparte su largo recorrido de acompañamiento a supervivientes de abusos: “Una víctima de abuso sexual clerical, ya como adulto, me hizo saber que en ocasiones se pasa por alto que muchas víctimas se sienten culpables y les resulta extremadamente difícil hablar por primera vez sobre las atrocidades. Estaba preocupada porque, si no se está absolutamente segura de que lo que dices en la confesión no permanecerá como confidencial, uno de los pocos espacios seguros donde es posible comenzar a hablar sobre una experiencia de abuso podría desaparecer”.
Además, detalla que si alguien confiesa un abuso, “a menos que muestre signos de arrepentimiento sincero y una voluntad de compensar el daño causado, el confesor debe negarle la absolución”, pero tampoco puede “estar sujeta a una condición como denunciar un crimen a la policía”. Eso sí, el jesuita aclara que “el confesor debe hacer todo lo que esté a su alcance para convencer a un abusador para que asuma la responsabilidad de lo que ha hecho”.
“Esto incluye tratar de encontrarse con él fuera del confesionario, donde el sacerdote puede invitar al perpetrador a hablar nuevamente sobre el crimen cometido e instarlo a entregarse a la justicia”. De igual manera, el cura está llamado a reunirse con una víctima fuera del confesionario y ofrecerle apoyo legal y psicológico.