El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Juan José Omella, ha entonado esta mañana un ‘mea culpa’ sin precedentes en la Iglesia española. “Pido perdón, pues nuestra falta de testimonios e incoherencias, por nuestras divisiones y falta de pasión evangelizadora, en no pocas ocasiones contribuimos, no sin escándalo, a la desafección y a la falta de confianza en la jerarquía, en la propia Iglesia”, expuso el cardenal arzobispo de Barcelona en nombre de “nosotros, los pastores”, durante el discurso de apertura de la Asamblea Plenaria de otoño que reúne a todos los prelados de nuestro país.
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Aunque en otras ocasiones ya se había pedido perdón circunscrito a la crisis de los abusos sexuales, nunca antes se había expresado con tanta contundencia y ampliándolo a situaciones como la falta de comunión eclesial o la desidia en el anuncio de la Buena Noticia.
Dentro de esta profunda autocrítica, Omella ahondó en “la falta de fe y corrupción dentro de la Iglesia que nos duele muy de veras y pedimos perdón a Dios, a las víctimas y a la sociedad, a la par que trabajamos por su erradicación y prevención”.
Estas disculpas vinculadas directamente a la problemática de la pederastia llegan después del demoledor informe publicado en Francia y cuando aumentan las voces que solicitan un estudio histórico retrospectivo que evalúe la situación en España. Omella no entró en la cuestión, pero sí se espera que en estos días de reunión episcopal vuelva a ponerse sobre la mesa, al menos, la crisis de credibilidad de la institución acrecentada por este motivo.
Orientaciones pastorales para el próximo quinquenio
De hecho, el cardenal en su discurso también reconoció que la propia Iglesia está contribuyendo a que “la fe vaya perdiendo presencia en la cultura ambiental de nuestro país”. Para el purpurado “también está provocado –tenemos que reconocerlo– por las inconsistencias internas de la Iglesia y de los cristianos”. “A pesar de nuestras infidelidades, el Espíritu Santo continúa actuando en la historia y mostrando su potencia vivificante”, añadió.
Junto a este ‘dolor de los pecados’, el presidente los obispos fue más allá del propósito de enmienda para apostar por una modernización eclesial desde dos pilares complementarios: la sinodalidad propuesta por el Papa y las orientaciones pastorales para el próximo quinquenio.
La sinodalidad cómo brújula
“La sinodalidad ayudará a la Iglesia a renovarse bajo la acción del Espiritu y gracias a la escucha de la Palabra”, expresó el arzobispo de Barcelona, que expuso que “soñamos, como nos invita el Papa Francisco, con una Iglesia que llegue a todos los rincones de la sociedad”. Para ello, reivindicó la necesidad de que todo el Pueblo de Dios, con hincapié especial en el laicado, camine en esta senda de encuentro y diálogo: “No nos tienen que dar miedo las diferencias. El diferente, el otro que no piensa como yo, me puede ayudar, me enriquece y, lo más importante, el Espíritu de Dios me puede hablar a través de él”.
El presidente de la Conferencia Episcopal dibujó así “una Iglesia que camina decidida hacia el encuentro del otro, sin juzgarlo, sin condenarlo, sino tendiéndole la mano para sostenerlo, animarlo o para acompañarlo en su vida”. En este sentido, Omella mostró su apoyo a la población de La Palma por las consecuencias del volcán y recordó que once millones de españoles se encuentran en situación de exclusión social.
Para el cardenal, “la persona de Jesús no es un tesoro reservado exclusivamente para los creyentes”. “¡Jesús es para todos!”, exclamó, recordando a los obispos presentes que “nuestra misión y deber es compartirlo desde la experiencia y el testimonio personal y comunitario”. Y suscribió: “La evangelizacion es la razón de ser de la Iglesia”.