El pasado 10 de noviembre, en el marco de su CXI Asamblea Plenaria, los obispos de México reeligieron al arzobispo de Monterrey, Rogelio Cabrera López, como presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), para el trienio 2021-2024.
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Cabrera López dice asumir esta responsabilidad con mucho gusto, reconociendo sus límites, pero sabiendo que cuenta con “grandes colaboradores: hermanos obispos y también sacerdotes, laicos y consagrados y consagradas”.
En entrevista para Vida Nueva, el Presidente de la CEM hace una breve reflexión en torno a estos tres últimos años como cabeza del episcopado, y a los retos para el nuevo trienio; también habla sobre algunos temas de interés general, entre ellos, las elecciones presidenciales del 2024.
Trabajar para la democracia
Tras señalar que el 2024 será un año muy importante para México, el arzobispo aseguró que la mejor preparación para tomar una decisión que marca otro sexenio es “trabajar por la democracia, trabajar en estos años por la paz social para que no haya crispación, porque el peor problema para la democracia y para una elección correcta es la violencia que hay en nuestro país”, dijo.
En ese sentido, enfatizó que ahora es tiempo de equilibrar fuerzas, de diálogo, de encuentro y de reconciliación, no de adelantar campañas electorales.
“México necesita paz para poder marcar el ritmo correcto de la democracia. Un país que vive en la violencia y se abate en la pobreza difícilmente tiene la capacidad de poder tomar las decisiones que trasciendan un sexenio más. Quiero animar a los políticos a que no entren ya en tiempos electorales porque es tiempo de trabajar por la paz, la armonía y el crecimiento económico de nuestro país”.
Un trienio atípico
Sobre sus primeros tres años como presidente de la CEM, Rogelio Cabrera consideró que se trató de un periodo “atípico” debido a la pandemia, y por lo tanto “complicado y difícil”. De manera particular –explicó– durante el último año y medio los obispos no pudieron realizar sus actividades de forma presencial, sino que tuvieron que hacerlas a través de internet.
En cuanto a los fieles, aseguró que “ha sido un tiempo de mucha tristeza y dolor, en el que se ha tenido que acompañar a la gente en su duelo por sus seres queridos a causa del virus, así como en sus necesidades materiales, “especialmente estar al pendiente que ninguno muriera de hambre, y además estar atentos a la violencia, que no para”.
De hecho, durante la reciente asamblea –añadió Cabrera– muchas de las inquietudes manifestadas por los obispos fueron en torno a la violencia, “que cada vez es más dura en muchas regiones del país”.
Recuperar el tejido eclesial y el social
Cabrera López también habló acerca de las principales tareas para los obispos, los sacerdotes y los fieles en este nuevo trienio. “El primer desafío es tomar todos las tareas apostólicas; retomar el paso, el ritmo, continuando con la parte bondadosa de la comunicación virtual, esa no la abandonaremos, pero subrayando la cercanía a través de lo presencial”.
“Creo que pronto tendremos una recuperación de nuestra presencia en nuestras iglesias y grupos, pues en muchas partes del país el aforo permitido es del 80% y 90%, lo cual facilitará el regreso a las actividades”, añadió.
Otro de los desafíos para el presidente del episcopado es hacer énfasis en las promociones al sacerdocio, ya que a causa de la pandemia no pudieron tenerse los encuentros preparatorios para ingresar a los seminarios, por lo que la Iglesia tendrá que desarrollar una actividad vocacional muy fuerte.
Y en relación con el aspecto social, consideró que “viene una fuerte obligación a través de las instituciones de caridad: atender a los migrantes, atender a los más pobres a través de Cáritas y, desde luego, como un tema muy difícil: recuperar el tejido eclesial y el social en medio de estas olas de violencia que sacuden varias partes del país”.
Una gracia, una tarea y una responsabilidad
Por otra parte, el Presidente de la CEM recordó que la siguiente semana México será sede de la Asamblea Eclesial de América Latina, y sobre ello aseguró que “es una gracia, una tarea y una responsabilidad que, con la ayuda de muchos, podremos responder a ese desafío”.
“Estamos muy contentos y agradecidos con el Santo Padre que ha sugerido que la Asamblea Eclesial de América Latina se desarrollara en México, precisamente cerca del Tepeyac, porque toda la mirada del CELAM apunta hacia 2031-2033“, añadió.
“Esta tarea de ser anfitriones es un reto, pero también una oportunidad para que México reciba gracias de parte de Dios y de la Iglesia con motivo de ser huésped de los participantes, aunque la mayoría lo harán de manera virtual”.
Refirió también que para el mes de abril de 2022, México vivirá un acontecimiento eclesial muy importante: el Encuentro Eclesial en México, con el cual la Iglesia busca continuar con la escucha del pueblo para conocer de viva voz lo que esperan, sueñan y quieren compartir apostólicamente con los obispos.
Cabe señalar que desde mediados de este 2021 inició en todas las diócesis del país un camino de diálogo con los fieles a fin de conocer cómo han vivido la pandemia, especialmente las experiencias de dolor a causa de la enfermedad, la falta de trabajo, y sobre todo, las consecuencias de la violencia. El objetivo –ha dicho Cabrera– es encontrar caminos conjuntos para poder llevar a cabo el plan de Dios en México.
Urgente atención a migrantes
Finalmente, el arzobispo consideró que otro desafío de la Iglesia en este tiempo es el de acompañar a la gente en la promoción humana, y desde luego a los que con mayores necesidades tiene que enfrentar la vida.
Se refirió especialmente a la crisis humanitaria que ha provocado la migración: “las Iglesias que estamos en la frontera sur y norte, particularmente, tenemos tareas que nos exigen muchísimo atender a los migrantes de Centroamérica, Haití y ahora también a los migrantes internos de México, que huyendo de la violencia de algunos estados del país, quieren cruzar hacia los Estados Unidos”.
En este sentido, hizo un llamado a equilibrar las tareas intereclesiales con las tareas de caridad de servicio social al pueblo, siempre, a la luz del Proyecto Global de Pastoral 2031-2033.