Ni fusión, ni anexión, ni absorción, ni opa hostil, ni apaño para salir del paso. El nombramiento de José Luis Retana como obispo de Salamanca y Ciudad Rodrigo bajo la fórmula ‘in persona episcopi’ no tiene sinónimo que no lleve a equívocos. Tampoco es un as que se haya sacado de la manga Roma de la nada, aunque sí excepcional. Al menos en España, donde solo hay un referente en Huesca y Jaca. Y, salvo el desconcierto inicial entre los aragoneses como sucede ahora en Castilla, en prácticamente dos décadas no se ha percibido signo alguno de malestar en tierras pirenaicas.
“No creo que se generara entonces una tormenta, sino que, más bien, lo definiría como el nubarrón del temor que aparece porque, de alguna manera, la más pequeña –en este caso, Jaca– pensara que quedaría fagocitada por la grande. Lo importante fue contarles a unos y a otros, y que vieran con sus propios ojos que a todos los efectos cada una seguía como una diócesis, con la autonomía propia de una Iglesia particular”, recuerda de aquel otoño de 2003 cuando Juan Pablo II confío en él esta misión.
Superado ese bache inicial, “no vi ningún tipo de rechazo hacia mi persona ni resistencias, enseguida se aceptó la situación y el reajuste, porque todos sumaron para facilitarlo” Eso sí, a costa de un obispo que, como reconoce, no tuvo “ningún libro de estilo” sobre cómo aterrizar la propuesta vaticana y que hizo de la carretera santo y seña de su ministerio episcopal. “Vivo en el coche”, respondía el ahora arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz, cada vez que alguien quería conocer exactamente si tenía casa abierta en Jaca o en Huesca.
En seis años sumó unos cuantos kilómetros a sus espaldas, con el puerto de montaña de Monrepós incluido. Pero no recuerda que le desgastara. “Era mi primer destino, venía de mi comunidad franciscana y de la universidad, y lo viví con la pasión y entrega del novicio y primerizo”. Con esta premisa, el pastor franciscano probó varias fórmulas para servir mejor a sus dos rebaños, porque “no me podía bilocar”: “Primero empecé una semana en una y otra semana en otra, pero bastaba que un acto o una incidencia rompiera el ritmo para que de repente despareciera casi dos semanas de una de las dos diócesis”, señala sobre esta posibilidad que desechó para probar tres días en cada zona, dejando el domingo como comodín.
¿El momento más complejo? La Semana Santa. “No hay dos Jueves Santos ni dos Vigilias Pascuales ni se pueden repetir las procesiones, pero la gente lo sabía y lo acogía”, señalaba sobre la comprensión de sacerdotes, consagrados y laicos. “Simplemente, tienes que querer a la gente y compartir con ellos que eres un enviado que trata de acompañar a ese pueblo con el tiempo de que dispones”, añade Sanz.
“Tienes que promover iniciativas en común, pero sin que eso genere el más mínimo atisbo de que pueda dar a entender o especular con que se está promoviendo una fusión, porque ese no era el programa ni la consigna”, aclara Sanz. Y prueba de ello es que, prácticamente dos décadas después de la puesta en marcha de esa fórmula, sigue vigente sin tocar una línea.
Así lo vive también Julián Ruiz Martorell, el actual obispo de Huesca y Jaca desde 2011, que busca “dinámicas de comunión” entre ambos territorios, pero que mantiene intactas las dos curias, con sus dos consejos episcopales, pastorales, económicos… “Solo están unidas en la cabeza, pero mantienen su identidad”, detalla despejando cualquier miedo que puede surgir hoy por hoy entre los mirobrigenses de ver diluido todo su legado en el presente.