La semana pasada, la Conferencia Episcopal del Uruguay celebró la Asamblea Plenaria, en la Casa de retiros Jesús Buen Pastor de Florida. En esta oportunidad, los obispos eligieron las autoridades de la CEU para el trienio 2022-2024.
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Para la presidencia, eligieron a Arturo Fajardo, obispo de Salto; como vicepresidente, al Cardenal Daniel Sturla sdb, arzobispo de Montevideo; y a Heriberto Bodeant, obispo de Canelones, como secretario general. Durante la votación también se eligió a los responsables de departamentos, comisiones y servicios.
El presidente de la CEU es obispo desde el año 2007. Actualmente es el titular de la diócesis de Salto. En diálogo con Vida Nueva, agradeció la confianza de sus hermanos obispos por haberlo reelegido para un nuevo período.
En clave de misión
PREGUNTA.- Le corresponde encabezar la Iglesia uruguaya en un momento de gran renovación y desafíos para la Iglesia continental. ¿Cuáles son las prioridades para acompañar este proceso?
RESPUESTA.- Es un momento de grandes desafíos a nivel continental por lo que significa la participación en la primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe. Se busca renovar y relanzar todo lo que significó Aparecida como encuentro continental: “Discípulos y Misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida”, y cómo esto ha impactado, a partir del pontificado del papa Francisco, quien tuvo una importante presencia en la elaboración del documento final de Aparecida. Este documento ha llegado a la Iglesia universal. Supone poner a la iglesia en clave discipular y misionera a todo el pueblo de Dios. Poner a toda la comunidad en estado de misión es la gran apuesta de la Iglesia continental.
Es un gran desafío poder participar de la Asamblea Eclesial en el marco de la pandemia, en una realidad virtual con nuestras comunidades. Será, sin dudas, un impulso renovador que ojalá que relance la tarea evangelizadora en Latinoamérica, en este desafío de la pospandemia, con todas las consecuencias que ha traído el ámbito social, económico, político y también eclesial, con consecuencias en las comunidades.
P.- En este momento de apertura a la sinodalidad, ¿qué expectativas tiene con respecto a este proceso global?
R.- En la misa presidida por el Santo Padre al inicio de este camino sinodal, hubo palabras que marcaron y siguen siendo para nosotros la clave de lectura de este tiempo: encontrarnos, encontrarnos con Jesús, encontrarnos entre nosotros. Es un tiempo marcado por la escucha, en profundidad; poder, de alguna manera, captar la realidad profunda, los anhelos, los logros, las tristezas y las dificultades, las alegrías de nuestro pueblo.
Vivirlo en esta clave de discernimiento para juntos encontrar caminos. Esa es la sinodalidad para anunciar la alegría del Evangelio a una realidad nueva, desafiante, en un mundo globalizado y con una experiencia inédita de pandemia que vivimos como comunidad universal, y con todos los desafíos que nos ha traído a la comunidad eclesial.
Nuestra Iglesia en Uruguay ha tenido muchas experiencias de sinodalidad (en los consejos pastorales, económicos, de presbiterios, las asambleas diocesanas). Esta experiencia, confrontada con el conjunto de la Iglesia, puede ser muy beneficiosa y nos puede animar también este proceso de caminar juntos.
Búsqueda de diálogos y encuentros
P.- ¿Qué temas de la realidad uruguaya le preocupan particularmente a la Iglesia local?
R.- A la Iglesia uruguaya le preocupa a la fragmentación social; nos preocupa el aumento de la pobreza, las dificultades desde el punto de vista educativo. Una sociedad que ha perdido tantas veces en sentido de la vida: es la sociedad latinoamericana con mayor índice de suicidio. Nos preocupa el no respeto de la vida de su concepción hasta su fin natural. Ahí se intentó la aprobación de una ley de eutanasia. Creo que aquí la apuesta debe ser por el camino emprendido en los cuidados paliativos, que tiene que ver también con el acompañamiento de la persona, de la familia, desde el punto de vista médico, espiritual y pastoral.
Nuestras raíces tienen un profundo sentido social cristiano. El pensamiento de Artigas nos une más allá de las diferencias ideológicas y toda la nación acude a su pensamiento como inspirador de un camino de búsqueda de encuentros. En este momento, la Iglesia pueda aportar un espacio de diálogo y espacio de encuentro, de superación de las dificultades, más allá de las diferencias que son enriquecedoras siempre que no llegue a fracturar la convivencia y generar fragmentación.
Temas pendientes
P.- ¿Quedaron temas de su gestión anterior volverán a retomar o profundizar?
R.- Las últimas orientaciones pastorales aprobadas por la CEU, con el título: “Jesús compasivo nos salva”. Allí hablamos de revisar nuestro criterios y opciones, desde un ver compasivo de la humanidad hambrienta y sufriente, pero llamada a participar de la vida de Dios, donde se habla de fortalecer la vida y los procesos comunitarios para promover la cultura del encuentro y crecer en solidaridad.
Renovar la participación en la Eucaristía como pueblo sacerdotal a quien Cristo salva y consagra para salvación del mundo.
Repensar y mejor nuestra pastoral social abriendo el trabajo en redes que con otras instituciones para que sean espacios de evangelización.
También queremos profundizar la aplicación y el trabajo que se ha hecho de prevención de abusos. Se aprobó la guía y la aplicación del protocolo: se realizaron una serie de cursos de prevención con la participación de más de 500 personas. La idea es llegar a todos los agentes pastorales. Es un desafío que habrá que culminar.
Estos son los grandes pendientes para reavivar la vida de las comunidades, después de de la pandemia con su impacto en la vida y la marcha de las distintas parroquias y comunidades eclesiales.
P.- ¿Cuáles serán las líneas pastorales que encararán durante el trienio?
R.- La participación en la 1° Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, que tiene el valor de revitalizar, reavivar el camino y la metodología, cuáles con los nuevos desafíos a nivel continental a la luz de aquella V Conferencia, y los signos de los tiempos y del magisterio del papa Francisco.
En Uruguay, se está participando de las asambleas sinodales, a nivel diocesano, que comenzó el 17 octubre. Habrá una instancia nacional prevista para junio del 2022. Y luego nos uniremos a Iglesia universal. La aplicación de las orientaciones y la participación en este proceso demandará nuestros esfuerzos en este período de 3 años.