México

La Asamblea Eclesial para América Latina: una oportunidad para hacer camino rumbo a 2031-2033

El secretario de la Comisión Pontificia para América Latina, Rodrigo Guerra, conversó con Vida Nueva acerca del significado de este acontecimiento eclesial inédito





La Asamblea Eclesial para América Latina y el Caribe inició este 21 de noviembre de 2021 en la Ciudad de México. Asambleístas presenciales y virtuales representan una sinfonía de voces plurales de toda la región que buscan reactivar “Aparecida” y proyectar “Evangelii gaudium”. Vida Nueva conversó con Rodrigo Guerra, secretario de la Comisión Pontificia para América Latina sobre el significado de este acontecimiento eclesial inédito.

PREGUNTA.- ¿Qué es la Asamblea Eclesial para América Latina y el Caribe?

RESPUESTA.- Creo que es una oportunidad que Dios nos da a los miembros de la Iglesia de América Latina para reaprender a escuchar, y para hacer de este gesto un método permanente en la vida cristiana y en el discernimiento social y pastoral. La Asamblea es una experiencia eclesial novedosa pero sostenida en algo muy antiguo y entrañable: escuchar la voz de Dios. Escuchar a Dios que no habla tanto en el ruido, en los altavoces, sino en el silencio interior, en el corazón, en la herida íntima, y en la objetividad del hermano, sobre todo cuando es pobre y marginado. Todo lo demás que se pueda decir de la Asamblea, gravita sobre esta breve pero potente afirmación: escuchar la voz de Dios ahí donde se manifieste, sin prejuicio.

P.- ¿Cómo distinguir la voz de Dios de otras voces? ¿Cómo no caer en una sociologización de la “voz de Dios”?

R.- Primero, es preciso recordar que “bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”. La presencia de Dios puede percibirse cuando se escucha con corazón recto, limpio, eclesial, a todo el pueblo y no sólo a un sector. Cuando la escucha se da al interior de la fe, con contacto íntimo con la Palabra de Dios, y no como quien lee el resultado de una encuesta. Esto quiere decir que la voz de Dios se hace oír cuando de corazón se vive la experiencia cristiana en comunión.

“La Asamblea, un aporte que enriquecerá nuestro camino”

P.- ¿Qué busca la Asamblea Eclesial para América Latina y el Caribe?

R.- Para el papa Francisco, el principal desafío que la Asamblea Eclesial debe de atender es cómo reactivar “Aparecida” y cómo impulsar a fondo “Evangelii gaudium”. La Asamblea no busca ser una VI Conferencia General, un parlamento democratoide o un laboratorio de teologías por interesantes que sean. La Asamblea debe preguntarse con toda seriedad: ¿por qué algunos temas señalados en “Aparecida” no lograron volverse acción sostenida? ¿cómo debemos ser y hacer para que “Evangelii gaudium” sea un método verdadero para el camino cristiano? ¿Por qué la misión continental de la que hablábamos en 2007 no se convirtió en un estilo general para toda nuestra Iglesia?

P.- ¿Qué aportes traerá la realización de esta Asamblea para la Iglesia en Latinoamérica?

R.- A nivel de contenidos más vale esperar a que el ‘pueblo santo de Dios’ se exprese. No hay que adelantar vísperas. En mi opinión, hay que tener paciencia y escuchar a todas las sensibilidades. A todas. Sin embargo, a nivel de ‘método’ sí se puede decir algo: la Asamblea es un aporte que enriquecerá nuestro camino para una vida más sinodal, más comunional, más verdaderamente eclesial. La Asamblea es un ensayo de sinodalidad elemental en momentos en que todos requerimos mayor apertura y mayor hondura, al momento de afrontar el reto de la nueva diversidad y de la nueva complejidad emergentes. Insisto: mayor apertura, para que no existan temas ‘tabú’. Mayor hondura para no intentar resolver con “lugares comunes” o “modas convencionales” las cosas que es preciso atender y entender.

P.- ¿Cuáles son los puntos principales de Aparecida a los que se les debe dar continuidad?

R.- ‘Aparecida’ tiene una enorme riqueza. Sería largo hacer un elenco completo de temas y asuntos pendientes o poco desarrollados en la práctica. Lo más importante, sin embargo, se encuentra expresado en los números 11 y 12 del documento. Es necesario más que nunca recomenzar desde Cristo y evitar toda reducción moralista, sea conservadora, sea liberal. La misión de la Iglesia se aletarga, cada vez que la enfermedad del moralismo reaparece. Lo único que dinamiza fuerte y de manera sostenida es redescubrir la frescura y la libertad de Jesús.

“Rutas nuevas para repensar, desde los últimos”

P.- ¿Cómo evitar el moralismo? ¿Cómo lograr que el encuentro con la persona de Jesús dinamice nuestra vida personal y nuestra acción social y eclesial?

R.- El moralismo es una forma de voluntarismo pelagiano. Consiste en creer que los valores salvan. La única manera de quebrarlo por la mitad es recuperar la conciencia sobre la gratuidad del don, sobre la primacía de la gracia, y sobre la primacía de la iniciativa de Dios en nuestras vidas. Esto quiere decir, entre otras cosas, volver a valorar el modo cómo Dios nos “primereo” en América Latina a través de Santa María de Guadalupe. Ella supera cualquier planteamiento ideológico: su encuentro con San Juan Diego nos muestra por un lado la iniciativa providente de Dios; la necesidad de sinodalidad cuando contemplamos a un indígena marginal que va a darle la “buena noticia” al obispo; y, la respuesta del obispo y de incontables fieles que agradecen el anuncio radical e inculturado del evangelio realizado por María. Así María de Guadalupe puede purificar los excesos de nuestras ideas preconcebidas.

P.- ¿Puede explicar más esta última idea?

R.- Afirmar la comunión sin sinodalidad puede prestarse a rigideces y acartonamientos indeseables. Defender la sinodalidad sin comunión puede derivar en un asambleísmo que oculte lógicas de poder en lugar de deseos de aprender del otro. El acontecimiento guadalupano nos educa en un sano protagonismo del pueblo de Dios a través de San Juan Diego, que movido por el Espíritu, termina ayudando al mismísimo obispo a que descubra un nuevo horizonte. Esta dinámica, además, no culmina en una historietita para niños sino que da lugar a un pueblo nuevo, sociológicamente identificable. Da lugar al mestizaje y a una sensibilidad barroca novedosa, creativa y que entraña el proyecto de “construir la casita sagrada”, es decir, hacer de toda nuestra región un espacio de libertad para creer y para formular nuevos caminos de desarrollo y liberación integral para nuestros pueblos. En Guadalupe tenemos, por ello, algo más que una devoción para la vida privada.

P.- El Papa en su mensaje a la Asamblea Eclesial nos ha hablado de que la Asamblea eclesial se encuentra en el horizonte del Jubileo Guadalupano de 2031 y del Jubileo de la Redención 2033, ¿qué significa esto?

R.- Los años 2031-2033 son fechas providenciales que vislumbramos para el futuro próximo. El V Centenario del Acontecimiento Guadalupano de alguna manera prepara el Jubileo de la Redención. Ambas celebraciones nos impulsan a hacer un camino. Un camino en el que las confrontaciones cedan ante la capacidad de diálogo. Un camino que busque deliberadamente encontrar una síntesis superior antes que una guerra en la que gane el más fuerte. En otras palabras, un camino para aprender a “caminar juntos”. La Asamblea eclesial puede ser un primer gran paso en esta dirección si realmente atendemos a las indicaciones del papa Francisco: no desaprovechar la oportunidad de escucharnos y entender que la Asamblea puede ser expresión del “desborde” del amor creativo de Dios.

P.- En algunas ocasiones usted ha señalado la necesidad de que el clericalismo acabe. ¿Está también este tema dentro de las preocupaciones de la Asamblea eclesial?

R.- El moralismo y el clericalismo son dos de las causas que más inhiben el sentido misional y que fortalecen el nacimiento de grupitos, de actitudes sectarias, de eclesiolas gnósticas al interior de la Iglesia. El clericalismo es un vicio profundo que aparece y reaparece en gestos, actitudes y pequeños o grandes detalles de sacerdotes y de laicos. Moralismo y clericalismo son caldo de cultivo para atmósferas de “puros”, de “cátaros”, que creen que la agenda cristiana esencial son las batallas culturales reaccionarias. ‘Aparecida’ y ‘Evangelii gaudium’ son como la “carta magna” de la evangelización auténtica, consciente del “cambio de época” y de afirmar valientemente que la fe antes que combate es anuncio de una misericordia infinita que exalta la dignidad de toda persona y abre rutas nuevas para repensar, desde los últimos, los grandes desafíos sociales, económicos, políticos y culturales de nuestro tiempo.

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