El Secretario General del Sínodo de los Obispos, Mario Grech, expuso ante la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe y dijo sentirse honrado de dirigirse a las Iglesias latinoamericanas, que podrían ser un ejemplo para muchas Conferencias Episcopales, por la extraordinaria experiencia eclesial, después de las conferencias de Medellín, Pueblo, Santo Domingo y Aparecida.
- BLACK FRIDAY: suscríbete a la edición en papel de Vida Nueva con un 20% de descuento
- El Podcast de Vida Nueva: un pastor a dos bandas
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
El cardenal sostuvo que los documentos conclusivos de esas Asambleas constituyen hitos de un camino que se fue profundizando en la conciencia de una Iglesia dinámica y en comunión, base de su identidad eclesial y del modo particular y característico que buscan ser Iglesia en este tiempo tan complejo y convulso. “Todo esto tiene mucho que ver con la sinodalidad”, aseveró.
Relacionó la Asamblea Eclesial con la Conferencia del CELAM de Aparecida, fundamento de la conversión pastoral promovida por ‘Evangelii gaudium’, y expresión de la visión pastoral del papa Francisco. Señaló que esta AE constituye un puente entre el Sínodo de la Amazonía (verdadera experiencia transformadora para la región) y el Sínodo de la Sinodalidad. Esta conexión le permite explicitar la relación entre sinodalidad y misión.
Dimensión misionera de la Iglesia
Para Mario Grech, la conversión pastoral que propone la Exhortación Apostólica tiene una dimensión misionera. Los principios que plantea para poner en práctica la “Iglesia en salida” pueden inflexionarse en un sentido sinodal.
En su pto. 24, EG manifiesta que “La Iglesia en salida es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan“. El sujeto de los cinco verbos es la “comunidad evangelizadora” y se puede aplicar a una “comunidad sinodal”, expresó el Cardenal.
- La comunidad sinodal sabe que el Señor ha tomado la iniciativa, la ha precedido en el amor (cf. 1 Jn 4,10), y por eso sabe dar el primer paso, tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los alejados e invitar a los excluidos. La Iglesia sinodal tiene un deseo inagotable de ofrecer misericordia.
- La Iglesia sinodal sabe “implicarse”. Se sitúa con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, acorta las distancias, se rebaja y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Los hombres y mujeres verdaderamente sinodales tienen así “olor a oveja” y éstas escuchan su voz.
- La comunidad sinodal está siempre dispuesta a “acompañar” a la humanidad en todos sus procesos. Sabe lo que significa el trabajo duro y la resistencia apostólica. La evangelización implica mucha paciencia y no conoce límites.
- La comunidad eclesial, fiel al don de Dios, sabe “dar fruto”, está siempre atenta a los frutos, porque el Señor la quiere fecunda. Cuida el grano y no pierde la paz por culpa de las malas hierbas. El sembrador encuentra el modo de hacer que la Palabra penetre en una situación concreta y dé frutos de vida nueva, aunque sean imperfectos o incompletos
- La comunidad sinodal siempre sabe “celebrar”. Celebra cada pequeña victoria, cada paso adelante. La sinodalidad alegre se convierte en belleza en la Liturgia.
Sinodalidad y Misión
El cardenal maltés expresó: “Es tan fácil entender la ‘Evangelii gaudium’ a la luz de la sinodalidad, que podemos argumentar que no sólo la Iglesia es sinodal y misionera al mismo tiempo, sino que sólo es misionera si es sinodal, y sinodal si es misionera“. Se trata de dos dimensiones constitutivas de la Iglesia, que se mantienen o caen juntas.
Indicó que si se piensa en el escenario de la misión de una Iglesia no sinodal, la evangelización ya no sería obra de la Iglesia, sino de muchos individuos, grupos, movimientos, con sus propios dones, pero sin el mandato de Cristo. El anuncio del Evangelio debe ser una manifestación evidente de la comunión eclesial. Un proyecto misionero sólo puede surgir del proceso sinodal de escucha-discernimiento, que es, además, un ejercicio de discipulado.
Aportes de la Iglesia latinoamericana
Grech aseguró que la profundización del vínculo entre estas dos dimensiones de la Iglesia puede ser uno de los aportes más significativos de esta Asamblea, en continuidad con la historia y la experiencia de la Iglesia en América Latina. Rescató el aporte de los pastores como representación visible de la Iglesia que vive en este continente. “Si en el camino de la sinodalidad todos somos aprendices, ustedes lo son desde hace mucho tiempo; por eso, es justo esperar de ustedes una importante aportación de experiencia sinodal”, aseveró.
Otro aporte se refiere a la forma en que se realizan los pasos de las primeras fases del proceso sinodal: la consulta amplia en las Iglesias particulares es una novedad. A partir de la escucha los episcopados están llamados a hacer un discernimiento eclesial. Luego, seguirá el nivel continental. “Es legítimo esperar una contribución que abra perspectivas sobre el modo de hacer operativas las instancias intermedias de la sinodalidad”, destacó.
Desde su óptica, la Iglesia de este continente tiene también otro don que ofrecer a toda la Iglesia, un don atesorado: entender la Iglesia como Pueblo de Dios. Esta perspectiva del Concilio Vaticano II resurgió con la elección del papa Francisco. La teología del Pueblo de Dios ha vuelto a ser el marco de referencia para el camino de la Iglesia dentro del cual se pueden inflexionar en plena armonía y complementariedad, la sinodalidad, la colegialidad y el primado.
Dos visiones de Iglesia
Sin embargo, el Secretario del Sínodo de Obispos, expresó que otro aspecto que caracterizó la vida eclesial de este continente fue el contraste radical entre dos visiones de la Iglesia, que generó una profunda división del cuerpo eclesial. El Sínodo nos pide “caminar juntos” y no será posible una conversión misionera si no se realiza también una conversión sinodal, que implica una escucha humilde y respetuosa del otro y de sus razones; que tenga la valentía de pedir y dar el perdón; que quiera la unidad. “Tal vez éste sea el mayor esfuerzo, pero también constituirá el testimonio más fuerte, que dará contenido al don de la experiencia sinodal que pueden ofrecer a toda la Iglesia”, estimó Grech.
Continuó afirmando que este camino también parece ser la respuesta a aquellos grupos y sectas cristianas que promueven una comprensión individualista e intimista de la fe. A estas propuestas, la respuesta más creíble es la de la comunión: “eran asiduos a la enseñanza de los Apóstoles, a la comunión fraterna, a la fracción del pan y a las oraciones” (Hch 2,42). El Sínodo, al poner como tema la Iglesia sinodal y pedir que, en este contexto se lea la comunión, la participación y la misión, constituye la posibilidad concreta de volver al estilo de vida evangélico.