Porzia Quagliarella se considera teóloga antes que psicoterapeuta, pues fue su vocación por profundizar en la religión la que le llevó a estudiar cómo funciona el cerebro y los problemas que puede desarrollar. Esta doble especialización la convierte en una ‘rara avis’ a la que recurren algunos exorcistas en Italia para que les eche una mano en su labor, ayudándoles a aclarar si la persona a la que asisten tiene un problema psiquiátrico o es el diablo el responsable de sus males.
PREGUNTA.- ¿Cómo es su trabajo con los exorcistas?
RESPUESTA.- Resulta muy importante la cooperación entre el exorcista y el psicoterapeuta, porque a menudo nos encontramos problemas psicológicos con síntomas similares a la posesión diabólica, aunque el diablo no tenga nada que ver. Suele tratarse de obsesiones y alucinaciones de personas que dicen tener al demonio dentro. Pero la realidad es que, cuando se presenta el diablo, lo hace escondiéndose. Es más fácil que haya una posesión en quien dice que no está endemoniado. El diablo tiende a esconderse, entra a menudo en la vida de la persona a través del espiritismo, la magia, los maleficios, o de pecados mortales no confesados. Se cuela a través de esos puntos oscuros. El cardenal Martini decía que debemos estar muy atentos al pecado latente que se produce en la oscuridad, en las tinieblas, porque de él puede llegar el pecado actual.
P.- ¿Cómo se inició usted en este campo de trabajo?
R.- Yo lo primero que soy es teóloga. Mi vocación por la psicoterapia nace para ayudar a mi labor como teóloga. Me empezaron a llegar algunos casos de posesiones demoníacas por medio de un exorcista que me pidió ayuda. Gracias a la formación psicológica, fui capaz de distinguir mejor cuándo era una posesión o un problema psiquiátrico. Trabajo en equipo con un exorcista. Hay casos en que no hace falta psicoterapia, porque el exorcismo resuelve el problema, que era de naturaleza espiritual y no psicológica. Por eso es bueno trabajar juntos, para descubrir bien dónde está la raíz de la dificultad.