El doctor Rodrigo Guerra aseguró que pese a ser un primer momento dentro de un gran proceso, la Asamblea Eclesial es altamente esperanzadora, siempre y cuando sea parte de la humildad y de la petición de perdón mutuo
El Secretario de la Comisión Pontificia para América Latina, Rodrigo Guerra López, participó este 26 de noviembre en la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe, que se lleva a cabo en la Ciudad de México del 21 al 28 de noviembre.
En su participación, sostuvo que en este momento que vive la Iglesia católica lo más importante es partir de la premisa de que la fe nos convoca a vivir en comunión, en unidad.
“Una misma fe nos convoca a ser máximamente pacientes con los defectos y las deficiencias de los demás, y por lo tanto, una misma fe nos invita a juzgar con prudencia y por supuesto, cuando uno es el que comete el error: a pedir perdón”.
Ante miles de participantes tanto de forma presencial como virtual, Guerra dejó en claro que la Asamblea Eclesial es un proceso de aprendizaje, no es el último paso ni es el final de la historia; “es el primer momento que nos estamos dando la oportunidad de tener todos nosotros para escucharnos, para intentar dialogar, para intentar abrazar y acoger y para intentar corregir“.
Para el doctor Guerra este tipo de procesos como la Asamblea Eclesial “son altamente esperanzadores, si parten de la humildad y de la petición de perdón mutuo, de todos nosotros, donde a lo mejor mi juicio es demasiado precipitado, donde a lo mejor mi intolerancia ha evitado que alguien participe, donde a lo mejor yo mismo por mi cansancio ya no hago mi mejor esfuerzo por ser paciente y caritativo”.
“Acompañémonos, abracémonos, acojámonos, tengámonos paciencia, pidámonos perdón si es preciso y avancemos, conscientes que esta Asamblea Eclesial será un primer pasito dentro de un gran proceso que es no solo el sínodo de la sinodalidad, sino la reforma sinodal de la Iglesia en todo nivel, y así aprendiendo con paciencia, tolerando muchas veces nuestros límites y nuestras deficiencias podremos dar un signo de unidad que permita que el mundo crea, solo el amor es digno de fe”, afirmó.
Rodrigo Guerra consideró que lo más importante de Aparecida se encuentra en los parágrafos 11 y 12, que es donde se tiene que “enmendar y poner verdaderas bases para proseguir en un camino de sinodalidad, de profetismo y de fidelidad radical hacia la renovación del Concilio Vaticano II, que hoy conduce el papa Francisco”.
El parágrafo 11, dice: “La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales. No puede replegarse frente a quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas, o de quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu”.
Y el párrafo 12 señala: “No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados. Nuestra mayor amenaza es el gris pragmatismo de la vida cotidiana de la Iglesia en el cual aparentemente todo procede con normalidad, pero en realidad la fe se va desgastando y degenerando en mezquindad. A todos nos toca recomenzar desde Cristo, reconociendo que ‘no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva'”.
Sobre esos puntos de Aparecida, Rodrigo Guerra opinó: “Con estas palabras los obispos latinoamericanos en Aparecida señalaban algunos de los puntos más álgidos que están atorando nuestros procesos eclesiales, que están atorando nuestro testimonio de fe elocuente y contundente”.
“Hoy puede ser oportuno revisarlos para entonces descubrir primero que nada, en primera persona, que yo soy el moralista, yo soy el que a veces reduce la irreductible persona de Jesucristo a un conjunto de valores correctísimos pero sin misericordia, sin caridad, sin inclusión, sin paciencia, sin fidelidad a la sede de Pedro y tantas otras tentaciones que continuamente suceden en el acontecer de la vida eclesial y hoy por cierto muchas de ellas visibles en las redes sociales”.
Foto: CEM