En su mensaje final, los asambleístas señalaron los retos y esperanzas que marcarán el itinerario pastoral en el proceso de conversión misionera y sinodal
Los miembros que participaron de la Asamblea Eclesial de América Latina y del Caribe, presencial y virtualmente, bajo la mirada amorosa de la Santa María de Guadalupe, saludaron a los hombres y mujeres del continente en esta nueva jornada del evento continental.
En este sábado, dieron a conocer el Mensaje Final de la Asamblea y los desafíos pastorales que marcarán el camino de la Iglesia latinoamericana. Allí, reafirmaron el compromiso de reavivar el espíritu de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano de Aparecida (2007), las Conferencias anteriores del CELAM, y en el horizonte, el Jubileo Guadalupano y Jubileo de la Redención del 2033.
Confiesan que Jesucristo Resucitado los volvió a convocar, y como en Aparecida, lo hizo reconocer discípulos misioneros, enviados a comunicar por desborde de alegría el encuentro con El. El mismo Jesús acompaña la tarea de repensar y relanzar la misión evangelizadora en las nuevas realidades del continente.
Se comprometen con un camino de conversión decididamente misionera. “Propósito en el que avanzamos y que requiere de mayor responsabilidad pastoral. Sueño profético al que el Señor hoy nos confirma y anima a vivir caminando juntos, guiados por su Espíritu”, expresaron.
Aseguran: “hemos vivido esta Asamblea como una verdadera experiencia de sinodalidad, en la escucha mutua y en el discernimiento comunitario de lo que el Espíritu quiere decir a su Iglesia”, reconociendo la poliédrica diversidad, sobre todo aquello que nos une. Durante el diálogo, pusieron el corazón de discípulos en las realidades que vive el continente, en sus dolores y esperanzas.
Luego, puntualizaron los dolores más evidentes que se constatan a lo largo del continente:
Asimismo, los miembros de la AE, enumeraron la presencia de signos que llevan, con esperanza, por caminos nuevos a la escucha y el discernimiento.
Afirmaron el camino sinodal es un significativo espacio de encuentro y apertura para la transformación de estructuras eclesiales y sociales, que permiten renovar el impulso misionero y la cercanía con los más pobres y excluidos.
Destacaron la vida religiosa, mujeres y hombres que viviendo contracorriente dan testimonio de la buena nueva del Evangelio. También la vivencia de la piedad popular en nuestros pueblos.
“Esta Asamblea es un kairós, un tiempo propicio para la escucha y el discernimiento” que conecta, renovadamente, con las orientaciones pastorales de aquella V Conferencia Aparecida y con el magisterio del papa Francisco. “Nos impulsa a abrir nuevos caminos misioneros hacia las periferias geográficas y existenciales y lugares propios de una Iglesia en salida“, aseveraron.
En este mensaje final, aseguran que la voz del Espíritu resonó en medio del diálogo y el discernimiento y señaló varios horizontes para asumir con mayor urgencia:
Los participantes de la Asamblea aseguraron que “la Iglesia es sinodal en sí misma, la sinodalidad pertenece a su esencia”; no se trata de una moda pasajera o de un lema vacío. “Estamos aprendiendo a caminar juntos como Iglesia Pueblo de Dios involucrando a todos sin exclusión”, sostuvieron. Y agregaron: “Con gran gratitud y alegría reafirmamos en esta Asamblea Eclesial que el camino para vivir la conversión pastoral discernida en Aparecida, es el de la sinodalidad“.
Creen que el desborde de la fuerza creativa del Espíritu invita a seguir discerniendo e impulsando los frutos de este acontecimiento eclesial inédito. Se comprometen a seguir por el camino que señala el Señor, aprendiendo y creando las mediaciones adecuadas para generar las transformaciones necesarias en las mentalidades, en las relaciones, en las prácticas y en las estructuras eclesiales (cf. DSD 30).
El itinerario pastoral será la guía en el proceso de conversión misionera y sinodal.
Finalmente, agradecieron al Señor de la Vida y a todos los que hicieron posible la realización de esta Asamblea, bajo la protección de la Virgen de Guadalupe que acompaña con su ternura de madre el caminar de la Iglesia latinoamericana. A ella le encomiendan los frutos de este encuentro y piden su intercesión para que “con valentía y creatividad lleguemos a ser una Iglesia en salida, sinodal y misionera que el Señor espera de nosotros, porque todos somos discípulos misioneros en salida”.