El pontífice lamentó que muchos “migrantes son expuestos, también en estos días, a grandes peligros y pierden la vida en las fronteras”
El ángelus de este domingo, 28 de noviembre, ha sido el primer acto público del papa Francisco en este adviento, con el que comienza el nuevo año litúrgico. El pontífice recordó que este sábado se encontró con algunas asociaciones de migrantes y lamentó “cuantos migrantes son expuestos, también en estos días, a grandes peligros y pierden la vida en las fronteras” como lo sucedido en el Canal de la Mancha o en las fronteras bielorrusas, aquellos secuestrados en el norte de África, los que han pedido la vida en el mar Mediterráneo. Por todos ellos les ha prometido su oración y cercanía de corazón, “rezar es hacer”, señaló, a la vez que agradeció a quienes se esfuerzan en esta realidad y realizó un llamamiento de las autoridades para que huyan de todo tipo de “instrumentalización” de las personas.
Comentando el evangelio del día, en el que Jesús invita a “levantarse y alzar la cabeza porque precisamente en los momentos en que todo parece acabado, el Señor viene a salvarnos; esperarlo con alegría incluso en medio de las tribulaciones, en las crisis de la vida y en los dramas de la historia”. “De las palabras de Cristo se desprende que la vigilancia está ligada a la atención: estar atentos, no distraerse, es decir, ¡estar despiertos! La vigilancia significa esto: no permitas que tu corazón se vuelva perezoso y que tu vida espiritual se ablande en la mediocridad”, señaló.
El Papa advirtió: “Tened cuidado porque podéis ser ‘cristianos dormidos’, cristianos anestesiados por la mundanidad espiritual. sin ímpetu espiritual, sin ardor en la oración –que rezan como papagayos–, sin entusiasmo por la misión, sin pasión por el evangelio”. “Y esto nos lleva a ‘dormitar’: a seguir con las cosas por inercia, a caer en la apatía, indiferentes a todo menos a lo que nos conviene”, insistió.
“Debemos estar atentos para no arrastrar nuestros días a la costumbre, para no ser agobiados –dice Jesús– por las cargas de la vida”, prosiguió. Por ello invitó a los fieles a preguntarse por la pereza y las “mediocridades que me paralizan, los vicios que me aplastan contra el suelo y me impiden levantar la cabeza”. “Y con respecto a las cargas que pesan sobre los hombros de los hermanos, ¿estoy atento o soy indiferente?”, añadió.
Por ello el Papa invitó a “guardar el corazón de la pereza, que es un gran enemigo de la vida espiritual”. “La pereza es esa flojera que nos sume en la tristeza, que nos quita la alegría de vivir y las ganas de hacer. Es un espíritu maligno que ata al alma en el letargo, robándole la alegría”, subrayó. La oración, prosiguió, es “la que mantiene encendida la lámpara del corazón. Especialmente cuando sentimos que nuestro entusiasmo se ha enfriado, la oración lo reaviva, porque nos devuelve a Dios, al centro de las cosas”.
Francisco destacó que la oración “despierta el alma del sueño y la centra en lo que importa, en el propósito de la existencia”. “Incluso en los días más ajetreados, no descuidamos la oración. La oración del corazón puede ayudarnos”, recomendó Francisco para este adviento en el que invitó a rezar ante el belén diciendo “Ven, Señor Jesús”.