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Ianire Angulo: “Confundir la tarea de una superiora con una cura de almas puede desembocar en abuso de poder y de conciencia”

La teóloga esclava de la Santísima Eucaristía abre la Jornada de Estudio promovida por el Instituto Teológico de Vida Religiosa





Para la teóloga Ianire Angulo, urge “ponernos todos manos a la obra” para acabar con cualquier maltrato psicológico, verbal o mental, presiones acoso y chantajes emocionales en el seno de la Iglesia.



Es una de las reflexiones que compartió ayer durante la primera sesión de la Jornada de Estudio sobre el abuso de poder y de conciencia organizadas por el Instituto Teológico de Vida Religiosa. Esta iniciativa formativa pionera en habla hispana contará con una segunda entrega el próximo 4 de diciembre en la que participará el secretario de la CIVCSVA, José Rodríguez Carballo, y la teóloga chilena Carolina Montero.

Crisis global de los abusos

La religiosa esclava de la Santísima Eucaristía y profesora de la Universidad Loyola de Andalucía está convencida de la necesidad de dar respuesta a la “crisis global” generada en el seno de la Iglesia a raíz de la pederastia y que ha puesto de manifiesto un sistema estructural caduco que también ha generado otra serie de agresiones también a adultos vulnerables.

Entre ellas, lo que Angulo denomina “la presencia innombrada”, o lo que es lo mismo, las situaciones de ‘mobbing’ que tienen lugar en los institutos de vida consagrada, singularmente en los femeninos. Para esta docente, las monjas de vida contemplativa y las religiosas de vida activa también pueden convertirse en víctimas de abusos en el seno de sus propias congregaciones y comunidades.

Tomar conciencia

“Piensen un minuto qué tiene que sentir una hermana de comunidad que ha sufrido abusos (y por supuesto la comunidad no lo sabe: no se habla cuando se quiere sino cuando se puede) ante los comentarios comunitarios que se hacen ante ciertas noticias, ante la facilidad con la que se juzga una información convirtiendo a las víctimas en culpables…”, interpeló durante su alocución a los participantes en la Jornada de Estudio sobre la complicidad que se puede ejercer en estos casos desde la indiferencia o el encubrimiento. “El Señor nos juzgará también del dolor que generamos, por más que sea ‘sin saber’”, dejó caer Angulo.

“Los datos demuestran que no se trata de “personas con problemas”, de “manzanas podridas” que se convierten en la excepción que confirma la norma”, señaló la religiosa, convencida de que “no se trata de que haya “manzanas podridas”, sino que nuestros “cestos” son capaces de pudrirlas. No es el vino el que es malo, pero si no cambiamos los recipientes, podemos morir envenenados”.

Modo de gobernanza

Por eso, apeló a modificar el “modo de gobernanza” en los institutos de vida consagrada, apartando todo vestigio de clericalismo, acompañado de una necesidad de sanear el concepto de obediencia.  “Lo que se supone que es una mediación carismática propia para nuestra vivencia de la obediencia a Dios, es, a su vez, un espacio en el que se puede producir con facilidad los abusos de poder al marcar una diferencia de función entre sus miembros”, detalló.

Y, desde ahí, lanzó una advertencia: “Confundir la tarea de la superiora con una cura de almas o una maternidad espiritual es un espacio especialmente fácil para el abuso de poder y conciencia”.

Salvadores del legado

Al entrar en esta dinámica, según Angulo, se puede caer además en una manipulación del carisma fundacional en tanto que los superiores pueden convertirse, desde una idea errada de la autoridad, en  “guardianes, depositarios salvadores del legado espiritual”, que lleve a “canonizar” una única y estática comprensión del carisma, convirtiéndolo en una “ideología incuestionable”.

Al abordar el perfil de los abusadores de poder y conciencia en la vida religiosa, se detuvo en la “tendencia al narcisismo”, destacando rasgos como su deseo de generar admiración alrededor, prepotencia, intento de quitar de en medio a quienes pueden hacerle sombra, rodearse de aduladores, echar la culpa siempre a los demás, usar a las personas para su propio bien, amoldarse a lo que socialmente se espera de ellos, inteligencia emocional que les permite descubrir con rapidez los puntos débiles de la gente… “Suelen ser personas ‘encantadoras’, incluso “carismáticas’ podríamos decir”, alertó.

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