Maurizio Scala es un hombre de 66 años, viudo, padre, abuelo de dos niñas y, desde este fin de semana, sacerdote de la diócesis de Génova. También es, desde 1976, una de las personas que ayudaron a poner en marcha, tal como apuntan medios italianos, la Comunidad de Sant’Egidio en Génova. De ella, asegura, ha nacido esta nueva vocación en su vida.
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De hecho, nunca se ha desvinculado de la Comunidad de Sant’Egidio, hasta tal punto que actualmente es responsable del servicio a los desamparados que la organización tiene en la ciudad. Además, a lo largo de los años se ha encargado de mantener y apoyar la labor de Sant’Egidio en otras ciudades del norte de Italia.
Unido a los pobres
La ordenación de Scala como sacerdote, celebrada en la basílica de la Annunziata, sede de la Comunidad en Génova, fue presidida por el cardenal arzobispo de Bolonia, Matteo Zuppi, y concelebrada por el arzobispo Vincenzo Paglia, presidente de la Academia Pontificia para la Vida. También estaba presente el fundador de Sant’Egidio, Andrea Riccardi, y su presidente, Marco Impagliazzo.
“Su vocación llegó de manera sorprendente, en un período de la vida en el que los presupuestos cuentan en general más que los proyectos”, dijo el cardenal Zuppi. Por su parte, Radiante, el nuevo sacerdote recordó cómo su vocación nació de la larga experiencia de encuentro con los pobres junto con Sant’Egidio: “Me gustaría mantener unido el sacramento del altar con el de los pobres, porque ser sacerdote significa para mí hacer sentir a todos la cercanía de Dios, especialmente a los que sienten el peso de las heridas de la vida ”.