Sumisas, analfabetas, ofendidas, maltratadas, obligadas a aceptar matrimonios de conveniencia y consideradas como una especie inferior, casi al nivel de los animales. Siempre sin voz y con una única posibilidad de tener una vida más digna: ingresar en un monasterio donde aprenderían a leer para rezar mejor. Qué desgracia haber nacido mujer en la Edad Media. Chiara Frugoni, historiadora, lo explica con gran claridad en Mujeres medievales solas, indomables, aventureras, un fresco de la época a la par que convincente como una novela con hermosas ilustraciones.
En este desolador retrato de la condición femenina en los diez siglos anteriores al descubrimiento de América, la estudiosa identifica cinco mujeres con una personalidad tan excepcional que pudieron romper las cadenas de un destino dramático ya escrito. Todas las que aquí se detallan desafiaron a la misoginia de su tiempo: Radegunda de Poitiers, monja y reina (513-587); la poderosa Matilde de Canossa (1046-1115); la Papisa Juana, considerada por los historiadores como una leyenda medieval que habría reinado en el siglo IX; la brillante y prolífica escritora Christine de Pizan (1364-1429), pionera en la defensa de la mujer contra los abusos y la violencia; y Margarita Datini (1360-1423), infeliz esposa de un comerciante de Prato, pero rica en talento hasta el punto de escribir 150 hermosas cartas a su marido, siempre ausente e infiel, que revelan toda su sabiduría.
PREGUNTA.- ¿Qué une a estas cinco figuras femeninas contracorriente?
RESPUESTA.- El hecho de poder expresar sus talentos en absoluta autonomía, es decir, fuera del matrimonio. Para las cinco protagonistas del libro, el encuentro con un hombre fue de todo menos feliz. Por lo tanto, fueron mujeres solitarias, valientes y emprendedoras que desafiaron su tiempo para salir de las sombras y tener voz en un período histórico en el que solo las monjas y las viudas podían expresar su personalidad. Pero no fueron las únicas porque la Historia de la Edad Media está salpicada por otras figuras femeninas fuertes y valientes.
P.- ¿Por qué le pareció interesante Radegunda de Poitiers?
R.- Porque era una reina extraordinaria. Tomó los hábitos después de abandonar a su marido, Clotario I, gesta que fue glosada por el poeta Venanzio Fortunato. Pero la verdadera personalidad de Radegunda está en la biografía escrita por una monja llamada Baudonivia. Describe a una mujer extrovertida y sensible, preocupada por el destino de su monasterio y de su reino, que se comprometió a defender mediante una intensa actividad pacificadora.
P.- ¿Por qué define a Matilde de Canossa y a la Papisa Juana como “poderosas y solitarias”?
R.- La condesa Matilde, amiga del Papa Gregorio VII, se dedicó apasionadamente a la causa de la Iglesia en la época de las luchas por las investiduras. En 1077 cuando tenía 31 años, en el castillo que poseía, fue testigo de la histórica humillación de Enrique IV frente al Papa. Marcada por dos matrimonios infelices, Matilde también dio rienda a sus talentos en total soledad consiguiendo ampliar notablemente los dominios de su familia. La leyenda de la cultísima e inteligente Papisa Juana, personaje que nunca existió y que habría ejercido el pontificado disfrazada de hombre, nos devuelve a la cuestión del sacerdocio femenino que se debate hoy.
P.- ¿Fue la Edad Media el período más oscuro para las mujeres?
Me gustaría aclarar que es incorrecto asociar el adjetivo “oscuro” con este periodo histórico que duró mil años y fue escenario de muchos eventos distintos. Pero, hay algo cierto y es que, en los siglos anteriores a la Edad moderna, las condiciones para las mujeres fueron peores.
P.- ¿Por qué?
R.- Uno claramente es el celibato de los sacerdotes, introducido por Gregorio VII. El hecho de que los hombres de Iglesia no pudieran casarse llevó a considerar a las mujeres como tentadoras, como la fuente del pecado. Empezando por la misma Eva que fue durante mucho tiempo considerada la causa del pecado original y de todos los males de la humanidad.
También hay que recordar que la sociedad feudal se fundó sobre la propiedad de la tierra que se gestionaba a través de matrimonios concertados, auténticos contratos en los que las mujeres eran un cero a la izquierda. Solo entre finales del siglo XI y principios del XII la Iglesia cambió la naturaleza jurídica del matrimonio, transformándolo en un sacramento basado en el consentimiento de los cónyuges.
P.- Christine de Pizan ya defendía en sus escritos a las mujeres maltratadas, pero seis o siete siglos después, los feminicidios y la violencia sexual siguen a la orden del día. ¿La Historia no nos ha enseñado nada?
R.- Desgraciadamente, es algo que nos lleva todavía a la Edad Media. Se han dado muchos pasos hacia adelante, las mujeres hoy son más respetadas que en el pasado, pero la igualdad aún está muy lejos. Podremos decir que la hemos alcanzado cuando ya no haya necesidad de celebrar el 8 de marzo, fecha que celebra a las mujeres como si fueran una especie aparte. No es casualidad que no haya una fiesta de los hombres.
P.- ¿Qué mensaje pueden transmitir las cinco heroínas medievales de su libro a las mujeres de hoy?
R.- Pueden ayudarlas a reflexionar sobre el pasado para ser más conscientes de su propio valor. También inspirarlas a desear ser cada vez más libres e independientes a la hora de forjar su propio destino.
P.- Como historiadora, ¿la cuota rosa representa una herramienta indispensable para acabar con la discriminación?
R.- Sería bueno que no lo fuera porque su misma existencia puede suponer precisamente lo contrario de lo que pretende, es decir, poner de manifiesto la inferioridad femenina. Pero las mujeres no son menos que los hombres, simplemente tienen menos oportunidades de afirmarse. En este momento histórico el sistema de cuotas puede ayudarlas a demostrar sus capacidades. Aunque espero que pronto ya no sea necesaria esta discriminación positiva porque se jugará en igualdad de condiciones.
P.- ¿Cuál es la mejor forma para ganar la batalla por la igualdad de género y el respeto?
R.- El camino correcto es siempre el cultural porque trae como resultado la concienciación. Si bajas el grado de atención y si te falta información, no llegarás a ninguna parte. Charlotte Witton (1896-1975), alcaldesa de Ottawa, dijo una vez: “Hagan lo que hagan las mujeres, tienen que hacerlo el doble que los hombres para ser la mitad de apreciadas. Por fortuna, no es algo difícil”. Creo que incluso las protagonistas medievales de mi libro estarían de acuerdo.
*Entrevista original publicada en el número de noviembre de 2021 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva