Europa

El Papa en Chipre: “He venido como un peregrino más”





“He venido como peregrino a un país pequeño por su geografía, pero grande por su historia; a una isla que a lo largo de los siglos no ha aislado a la gente, sino que la ha unido; a una tierra cuyo límite es el mar; a un lugar que representa la puerta oriental de Europa y la puerta occidental de Oriente Medio”. Así comenzaba el papa Francisco, durante la tarde de hoy, su encuentro con el presidente de la República de Chipre, Nicos Anastasiades, y las autoridades del país.



Durante el encuentro, que ha tenido lugar en el Palacio Presidencial, el Papa ha señalado que este país representa “una puerta abierta, un puerto que reúne”. Así, Chipre resulta una “encrucijada de civilizaciones, que lleva en sí la vocación innata al encuentro, favorecida por el carácter acogedor de los chipriotas”.

“Justamente desde aquí, donde Europa y Oriente se encuentran”, ha continuado Francisco, “comenzó la primera gran inculturación del Evangelio en el continente y para mí es emocionante recorrer los pasos de los grandes misioneros de los orígenes, en particular de los santos Pablo, Bernabé y Marcos”. “Heme aquí, pues, peregrino entre ustedes para caminar con ustedes, queridos chipriotas; con todos ustedes, con el deseo de que la buena noticia del Evangelio lleve desde aquí a Europa un alegre mensaje en el signo de las Bienaventuranzas”, ha aseverado Francisco.

Presencia de migrantes

Y es que, tal como ha señalado el Papa, “aquello que los primeros cristianos dieron al mundo con la fuerza humilde del Espíritu fue en efecto un inaudito mensaje de belleza” y, en este sentido, Chipre “tiene una herencia particular en ese sentido, como mensajero de belleza entre los continentes”. Asimismo, ha apuntado que el país “trasluce belleza en su territorio, que debe conservarse y protegerse con políticas ambientales oportunas y concertadas con los vecinos”. Además, trayendo una imagen del mar que rodea la isla, Francisco la ha denominado como “una perla de gran valor en el corazón del Mediterráneo”.

“Una perla, en efecto, se convierte en lo que es porque se forma con el paso del tiempo, requiere años para que las diversas estratificaciones la hagan compacta y reluciente”, ha explicado. “De este modo, la belleza de esta tierra deriva de las culturas que a lo largo de los siglos se encontraron y mezclaron”, ha afirmado, subrayando que “también hoy la luz de Chipre tiene muchos matices, varios son los pueblos y las personas que, con tonalidades diversas, componen la gama cromática de esta población”.

En este sentido, el Papa ha apuntado también a “la presencia de muchos inmigrantes, que porcentualmente es la más relevante entre los países de la Unión Europea”, si bien es consciente de que “salvaguardar la belleza multicolor y poliédrica del conjunto no es fácil”. “Se necesita tiempo y paciencia, como para la formación de la perla”, ha dicho. “Se requiere una mirada amplia que abrace la variedad de las culturas y tienda hacia el futuro con amplitud de miras. En este sentido, es importante tutelar y promover a cada componente de la sociedad, de modo especial a los que estadísticamente son minoritarios”.

Convertir el dolor en belleza

Del mismo modo, el Santo Padre ha recordado las distintas “entidades católicas que se beneficiarían de un oportuno reconocimiento institucional, para que la contribución que aportan a la sociedad por medio de sus actividades, en particular educativas y caritativas, sea definido adecuadamente desde el punto de vista legal”.

Asimismo, el Papa ha explicado que “una perla pone de manifiesto su belleza en circunstancias difíciles. Nace de la oscuridad, cuando la ostra ‘sufre’ después de haber recibido una visita inesperada que amenaza su incolumidad, como, por ejemplo, un grano de arena que la irrita. Para protegerse, reacciona asimilando aquello que la ha herido, envuelve aquello que para ella es peligroso y extraño y lo transforma en belleza, en una perla”. Del mismo modo, “la perla de Chipre fue eclipsada por la pandemia, que impidió a muchos visitantes que accedan a ver su belleza, agravando, como en otros lugares, las consecuencias de la crisis económica y financiera”.

Por todo ello, Francisco ha señalado que “lo que garantizará un desarrollo sólido y duradero en este período de reactivación no será el entusiasmo por recobrar cuanto se ha perdido, sino el compromiso por promover la recuperación de la sociedad, particularmente por medio de una decidida lucha contra la corrupción y las plagas que atentan contra la dignidad de la persona; me refiero, por ejemplo, al tráfico de seres humanos”.

Diálogo para la paz

Además, ha recordado que “la herida que más hace sufrir a esta tierra es la provocada por la terrible laceración que ha padecido en los últimos decenios”, refiriéndose al “sufrimiento interior de cuantos no pueden regresar a sus casas y lugares de culto”. De esta manera, el Papa ha asegurado que “ruego por la paz de ustedes, por la paz de toda la isla, y la deseo con todas las fuerzas”, y ha subrayado que el camino de la paz, “que sana los conflictos y regenera la belleza de la fraternidad, está marcado por una palabra: diálogo”.

“Los tiempos que no parecen favorables y en los que el diálogo decae son precisamente aquellos que pueden preparar la paz”, ha insistido Francisco. “Y cuando venga la tentación del desánimo, pensemos en las generaciones futuras, que desean heredar un mundo pacificado, colaborador, unido, no habitado por rivalidades perennes y contaminadas por conflictos no resueltos”, ha animado. Y es que, tal como ha apuntado el Papa, “con frecuencia, la paz no nace de los grandes personajes, sino de la determinación cotidiana de los más pequeños”.

“El continente europeo necesita reconciliación y unidad, necesita valentía e impulso para caminar hacia adelante”, ha afirmado, “porque no serán los muros del miedo ni los vetos dictados por intereses nacionalistas los que contribuirán al progreso, ni tampoco la recuperación económica por sí sola podrá garantizar la seguridad y la estabilidad”. Por ello, ha propuesto mirar “la historia de Chipre”, para ver “cómo el encuentro y la acogida han dado frutos beneficiosos a largo plazo; no sólo en lo que se refiere a la historia del cristianismo, para la que Chipre fue ‘el trampolín de lanzamiento’ en el continente, sino también por la construcción de una sociedad que ha encontrado su propia riqueza en la integración”.

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