El predicador de la Casa Pontificia, el cardenal Raniero Cantalamessa, ha advertido este 3 de diciembre sobre el peligro de vivir como si la Iglesia fuera sólo “escándalos, controversias, choques de personalidades, chismes o, a lo sumo, algunas bendiciones en el ámbito social”. Y lo ha hecho en su primera predicación de Adviento en el Aula Pablo VI del Vaticano, que este año celebra con el tema ‘Cuando se hubo cumplido el tiempo, Dios mandó a su hijo’ (Gálatas 4,4).
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De esta manera, Cantalamessa ha invitado a “mirar a la Iglesia desde dentro, en el sentido más fuerte de la palabra, a la luz del misterio del que es portadora”, para no perder de vista el “misterio que la habita”.
En la meditación de hoy, titulada ‘Dios envió a su Hijo para que recibiéramos la adopción filial’, el predicador ha señalado que si “incluso en el Antiguo Testamento Dios es visto como un padre”, la novedad del Evangelio “es que ahora Dios no es visto tanto como ‘padre de su pueblo Israel’, en un sentido colectivo, sino como padre de cada ser humano, ya sea justo o pecador”, y “cuida de cada uno como si fuera el único; de cada uno conoce las necesidades, los pensamientos y hasta cuenta el pelo de su cabeza”.
“Jesús enseña es que Dios no sólo es padre en sentido metafórico y moral, en la medida en que ha creado y cuida a su pueblo”, ha aseverado Cantalamessa, sino que es “ante todo padre verdadero y natural, de un hijo verdadero y natural al que engendró… antes del principio de los tiempos” y gracias al cual “también los hombres pueden llegar a ser hijos de Dios en sentido real y no sólo metafórico”.
Hijos de Dios
El cardenal Cantalamessa afirmó asimismo que es con el misterio pascual de la muerte y la resurrección de Cristo, es decir, gracias a la redención que realizó y nos aplicó en el bautismo, que, como dice San Pablo, “nos hemos convertido en ‘hijos en el Hijo'”, que “Cristo se ha convertido en ‘el primogénito entre muchos hermanos'”.
Además, Cantalamessa ha reflexionado acerca del sacramento del bautismo. “La gracia del bautismo es múltiple y riquísima: filiación divina, remisión de los pecados, inhabitación del Espíritu Santo, virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad infundidas en el alma”, ha aseverado el fraile capuchino. La contribución del hombre, en cambio, “consiste esencialmente en la fe”, pero se necesita “la fe-asombro, ese ensanchamiento de los ojos ante el don de Dios”.
Por último, el cardenal invitó a rezar para tomar conciencia de ser hijos de Dios. “Para nosotros, los cristianos, la fraternidad humana tiene su razón última en el hecho de que Dios es padre de todos, que todos somos hijos e hijas de Dios y, por lo tanto, hermanos y hermanas entre nosotros. No puede haber un vínculo más fuerte que este y, para nosotros los cristianos, una razón más urgente para promover la fraternidad universal”, ha afirmado.