“Cuando les miro a ustedes veo el camino. Y pienso en aquellos que aun están en él, o han fallecido en ese cementerio en el que se ha convertido el Mediterráneo. Y lo peor es que nos estamos acostumbrando a verlo. Es una enfermedad grave”. Dejando de lado su discurso, Francisco ha expresado así su profundo dolor ante los testimonios de los migrantes con los que se ha reunido hoy en la Iglesia de la Santa Cruz de Nicosia como parte de su viaje apostólico a Chipre y Grecia.
“A ustedes, jóvenes migrantes que han dado sus testimonios, deseo decirles un enorme ‘gracias’ de corazón”, ha afirmado el Papa. Recordando las palabras del apóstol Pablo a los Efesios –”Ustedes ya no son extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familia de Dios”– y después de escuchar el testimonio de los jóvenes, Francisco ha señalado que “esta es la profecía de la Iglesia, una comunidad que encarna —con todos los límites humanos— el sueño de Dios”.
“También Dios sueña, como tú, Mariamie”, ha dicho, refiriéndose a una de las jóvenes, proviniente de la República Democrática del Congo y que se había definido “llena de sueños”. “Como tú, Dios sueña un mundo de paz, en el que sus hijos viven como hermanos y hermanas”, ha aseverado el Papa.
Francisco ha continuado su discurso subrayando que la presencia de los migrantes hoy en Nicosia “es muy significativa en esta celebración”, ya que “sus testimonios son como un ‘espejo’ para nosotros, comunidades cristianas”. “Cuando tú, Thamara”, ha señalado, refiriéndose a otra de las jóvenes, de Sri Lanka, “dices: ‘A menudo me preguntan quién soy’, nos recuerdas que también a nosotros se nos hace a veces esta pregunta: ‘¿Quién eres tú?’. Y, lamentablemente, con frecuencia lo que se quiere decir es: ‘¿De qué parte estás? ¿A qué grupo perteneces?’. Pero como tú nos has dicho, no somos números ni individuos que haya que catalogar: somos hermanos, amigos, creyentes y prójimos los unos de los otros”, ha afirmado el Papa.
Asimismo, ha señalado que cuando Maccolins, natural de Camerún, dice que a lo largo de su vida has sido “herido por el odio”, “nos recuerdas que el odio también ha contaminado nuestras relaciones entre cristianos. Y esto, como tú has dicho, deja una marca, una marca profunda que dura mucho tiempo: es un veneno del que resulta difícil desintoxicarse, es una mentalidad distorsionada que, en vez de hacer que nos reconozcamos hermanos, lleva a que nos veamos como adversarios, como rivales”, ha indicado el Papa.
“Dios nos habla a través de sus sueños”, ha concluido Francisco, asegurando que “también a nosotros nos llama a no resignarnos a vivir en un mundo dividido, en comunidades cristianas divididas, sino a caminar en la historia atraídos por el sueño de Dios, que es una humanidad sin muros de separación, liberada de la enemistad, sin más forasteros sino sólo conciudadanos. Diferentes, es verdad, y orgullosos de nuestras peculiaridades, que son un don de Dios, pero conciudadanos reconciliados”.