Cuando a primeras horas de la tarde recibimos el texto adelantado del discurso que el Papa iba a pronunciar en el encuentro con los emigrantes en la iglesia de la Santa Cruz de Nicosia algunos sentimos una cierta decepción. Nos parecía que el momento y la situación merecía palabras más contundentes.
El mismo Papa debió compartir nuestra reacción porque entre el discurso programado y el pronunciado hay diferencias fundamentales. Francisco llegó a afirmar que el drama de la emigración es hoy el equivalente de una guerra y que los campos que existen en algunos países del norte a África son como los “lager” establecidos por los nazis durante la II Guerra Mundial.
Pero no se quedó ahí , porque lamentó que la opinión pública se haya acostumbrado a los dramas que están sucediendo día tras día. “Acostumbrarse – dijo improvisando una vez más- es una enfermedad y no hay antibióticos contra esta enfermedad . Tenemos que ir contra ese vicio de acostumbrarse a estas tragedias que leemos en los periódicos o vemos en la televisión”. También, como ya había hecho en otra ocasión, se dolió ante lo que está sucediendo en los centros de detención en algunos países del norte del continente negro “donde las mujeres son vendidas y los hombres son torturados o esclavizados” como sucedía en los campos de concentración nazis o soviéticos.
“Nos quejamos cuando leemos las historias de los campo de concentración del siglo pasado, de los nazis, de Stalin. Esto está ocurriendo hoy en las costas cercanas”, dijo textualmente visiblemente molesto para aclarar a la vez que “la migración forzada no es una práctica ‘cuasi turística’”.
Antes de tomar la palabra, el Santo Padre había escuchado los testimonios de cuatro jóvenes emigrantes procedentes de la República Democrática del Congo, Camerún, Irak y Sri Lanka. Testimoniaban que se sentían “heridos por el odio” o por la pregunta de “quien soy” que refleja un problema de identidad. “Como tú has dicho- aseguró el Pontífice a Thamara procedente del antiguo Ceylan- no somos números ni individuos que haya que catalogar; somos hermanos , amigos, creyentes y prójimos los unos de los otros”.
Bergoglio deseó que esta isla “marcada por una dolorosa división pueda convertirse con la gracia de Dios en taller de fraternidad”. Era una manera de reconocer y agradecer que Chipre sea el país de la Unión Europea que recibe un mayor número de refugiados en proporción a su población. Actualmente conforman esta nación 1,2 millones de personas y solo este año han recibido a unos 10.000 refugiados (un 38 % más que el año pasado) lo que nos permite pensar que estamos alrededor de un uno por ciento per cápita de emigrantes.