Son dos octogenarios que se respetan y que hace cinco años compartieron el drama de los emigrantes en la isla de Lesbos, en compañía del patriarca Bartolomé de Constantinopla. Hoy, primer día de su visita a Grecia, el Obispo de Roma ha incluido una visita al Hieronymos II, arzobispo de Atenas y de toda Grecia, y ha querido subrayar la importancia que daba a este encuentro que lo ha antepuesto al que celebró más tarde con los católicos helenos: obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, seminaristas y catequistas en la catedral de San Dionisio.
El arzobispado ortodoxo se encuentra en el popular barrio de Plaka. El Papa llegó a él a primera hora de la tarde y, antes de entrar en la residencia arzobispal, un anciano sacerdote ortodoxo le gritó: “Papa, eres un hereje”; fue detenido inmediatamente por la policía y alejado del lugar. Francisco fue recibido con un fraterno abrazo por Hieronymos II. Después de venerar juntos una imagen mariana –a la que Bergoglio le ofreció dos preciosos rosarios–, mantuvieron un largo encuentro en un salón donde tomaron asiento el séquito papal y algunos metropolitas.
“Acogemos a Vuestra Santidad –le dijo en el discurso que leyó sentado– en una período crucial no solo para nuestra patria sino para todo el mundo. La amenazadora crisis pandémica ha cambiado la vida de las personas en todo el planeta y continua haciéndolo. Han surgido así diversos problemas: violencia, inseguridad, miedo, desesperación. mientras, sobre todo, un sentido de frustración se ha apoderado de los ánimos de las personas independientemente de su raza, religión, lengua o cultura”.
“Juntos –recalcó– tenemos que remover las montañas, los muros y la intransigencia de los potentes de la tierra. Ya no son suficientes las bellas palabras. Nuestros hermanos de Afganistán no pueden continuar sufriendo tanto; es triste pero se verán obligados a abandonar su país solo para ser instrumentalizados por otros países, práctica sistemáticamente aplicada por nuestra vecina Turquía. Constreñidos a buscar puertos seguros es fácil que se vean envueltos en conflictos políticos y religiosos. Por eso es nuestro deber frenar el flujo migratorio antes de que se ponga en marcha, es decir ¡ahora!”.
El Santo Padre también evocó el viaje que realizaron juntos hace cinco años a Lesbos, “donde nos encontramos en la emergencia de uno de los dramas más grandes de nuestro tiempo, el de tantos hermanos y hermanas migrantes que no pueden ser dejados en la indiferencia y vistos solo como una carga que hay que gestionar o, todavía peor, que hay que delegar a otro”.
Con ánimo fraterno y, por lo tanto, lleno de sinceridad, se permitió el Papa “reconocer, con vergüenza por la Iglesia católica, acciones y decisiones que tienen poco o nada que ver con Jesús y con el Evangelio basadas más bien en la sed de ganancias y de poder, y que han hecho marchitar la comunión… la historia tiene su peso y hoy aquí siento la necesidad de renovar la súplica de perdón a Dios y a los hermanos por los errores que han cometido tantos católicos… es indispensable que lleguemos a la necesaria purificación de la memoria histórica”.
Regresando a la nunciatura en Atenas en su utilitario, Francisco hizo detener el coche algunos minutos para contemplar el espectáculo de la Acrópolis de Atenas y el Partenón iluminados.