Como los jesuitas de antaño, el joven Jorge Mario Bergoglio recibió una excelente formación clásica que incluía la lectura de los grandes autores de la antigüedad greco-latina. Así se explica que en su largo discurso pronunciado esta mañana en el Palacio Presidencial de Atenas abunden las citas de la Ilíada y la Odisea de Homero o de Aristóteles. Francisco sintetizó en una frase la admiración y emoción que le provocaba tocar tierra en este país porque, como dijo: “Sin Atenas y sin Grecia, Europa y el mundo serían menos sabios y menos felices… por aquí han pasado los caminos del Evangelio que han unido el Oriente y el Occidente; para llevar al mundo la buena noticia de Dios amante del hombre, se escribieron en griego”. También se refirió al mar “al que Atenas se asoma y que orienta la vocación de esta tierra situada en el corazón del Mediterráneo para ser puentes entre las personas”.
Ante la presidenta de la República, Katerina Sakellaropoulou; el primer ministro, Kyriakos Mitsotakis, los ministros del gobierno, miembros del Parlamento y el Cuerpo Diplomático, Francisco manifestó su preocupación ante el retroceso –y no solo en el continente europeo– de la democracia. ”Esta –aseguró– requiere la participación y la implicación de todos y, por tanto, exige esfuerzo y paciencia; la democracia es compleja mientras el autoritarismo es expeditivo y las promesas fáciles propuestas por los populismos se muestran atrayentes”.
También lamentó el escepticismo en relación a la democracia “provocado por la distancia de las instituciones, por el temor a la pérdida de identidad y por la burocracia. El remedio a esto no está en la búsqueda obsesiva de la popularidad, en la sed de visibilidad, en la proclamación de promesas imposibles o en la adhesión a abstractas colonizaciones ideológicas, sino que está en la buena política… ayudemos a pasar del partidismo a la participación; del mero compromiso para sostener propia facción a implicarse activamente en la promoción de todos”.
En vísperas de su viaje a la isla de Lesbos mañana domingo, también ha abordado el tema de las migraciones y lo ha hecho en su contexto amplio: “Si en un tiempo –reconoció– los contrastes ideológicos impedían la construcción de puentes entre el este y el oeste del continente hoy la cuestión migratoria también ha abierto brechas entre el sur y el norte. Quisiera exhortar de nuevo a una visión de conjunto, comunitaria, ante la cuestión migratoria y animar a que se dirija la atención a los más necesitados para que, según las posibilidades de cada país, sean acogidos, protegidos, promovidos e integrados en el pleno respeto de sus derechos humanos y de su dignidad”.
Otro problema que le preocupa es la progresiva liberalización de la eutanasia en diversos países europeos y, recordando el famoso juramente de Hipócrates, recordó que “siempre ha de privilegiarse el derecho al cuidados y los tratamientos para todos, para que los más débiles, en particular los ancianos, nunca sean descartados. En efecto la vida es un derecho; no lo es la muerte que se acoge, no se suministra”.
En su discurso de bienvenida, la presidenta ha agradecido al Pontífice su segunda visita a Grecia que este año celebra el 200º aniversario de “la revolución contra el yugo otomano que ha llevado a la creación del moderno estado griego”. En su alusión a la crisis de las migraciones le agradeció que “haya reconocido siempre la humanidad de los griegos, así como el peso desproporcionado que han soportado. Por su cuenta, nuestro país se está empleando en prevenir los tráficos ilícitos de personas y su abuso político”.
Por fin, también le mostró su agradecimiento por haber luchado por que la Basílica de Santa Sofía de Estambul siga siendo un símbolo ecuménico de culto religioso”.