Alfonso X el Sabio, trovador de la Virgen, fue mucho más que el rey de las tres religiones, título con el que él se denominaba. “La imagen de Alfonso X es la de monarca erudito, también la de soberano del cristianismo, judaísmo e islam. Pero, ¿hasta qué punto se ajusta a la realidad esta fama de estadista tolerante? En algunos aspectos, ejerció una autoridad intransigente, en nombre de la única fe que estimaba verdadera. En otros, demostró un respeto a las minorías confesionales que hoy nos puede parecer adelantado a su tiempo”, explica el historiador Francisco Martínez Hoyos.
Ochocientos años después de su nacimiento en Toledo, el 23 de noviembre de 1221, la imagen del Sabio está distorsionada. No fue rey de las tres religiones; más bien, si acaso, de las tres culturas. Así lo describe Cristina Jular Pérez-Alfaro, del Instituto de Historia del CSIC. “Es un rey medieval de la Reconquista –puntualiza–. La admiración del monarca por la herencia arabo-islámica y hebraica fue auténtica, como también lo fue el abierto y radical contraste entre el trato de favor y respeto que prodigó a sabios de ambas religiones respecto al duro tratamiento que infligió a las minorías judías y mudéjares, así como a las poblaciones musulmanas conquistadas”.
No obstante, Jular describe a Alfonso X el Sabio como “uno de los monarcas más sorprendentes de toda la Edad Media. Heredero de los reinos de Castilla y León –unidos definitivamente desde 1231 por su padre, Fernando III el Santo– más el territorio andalusí, ganado por las armas a los musulmanes, disponía de bases sólidas para establecer el reino cristiano más grande y poderoso de la Península. Fue un monarca de dimensiones internacionales, firme candidato al solio imperial”. Fracasó, sin embargo, en su obsesión por ser emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, al que se accedía por elección papal.
Culto, políglota, poeta, desde que ascendió al trono en 1231, fue un rey indudablemente católico, devoto de la Virgen María, a la que consagró su trono y hasta su política. Así queda patente en las Cantigas de Santa María, obra cumbre del scriptorium que erigió en la Corte y de las que, en buena parte, fue autor.
“Reúne más retratos de Alfonso X que ninguna otra obra, pero en ellos aparecen otras dimensiones de la imagen del rey”, describe Inés Fernández-Ordóñez, comisaria de la exposición Los libros del rey Sabio, que le dedica la Biblioteca Nacional de España. “No pocas cantigas son biográficas y cuentan episodios de su vida o acontecimientos en los que intervino”, prosigue.