Para el papa Francisco, el documento frustrado de la Unión Europea que recomendaba felicitar las fiestas en lugar de la Navidad en aras de la inclusión “es un anacronismo”. “En la historia, muchas, muchas dictaduras han intentado hacerlo”, expuso ante los periodistas en el vuelo de regreso de su viaje a Grecia y Chipre, citando incluso a Napoleón y las dictaduras nazi y comunista. Francisco no dudó en calificarlo de “moda de un laicismo aguado, agua destilada”.
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Tomando este caso concreto, abrió una reflexión sobre el futuro del continente, apuntando que “la Unión Europea debe asumir los ideales de los padres fundadores, que eran ideales de unidad, de grandeza, y tener cuidado de no dar paso a las colonizaciones ideológicas”.
Respetar a los países
En este sentido, alertó de la deriva de “acabar dividiendo a los países y (hacer) fracasar a la Unión Europea”. “La Unión Europea debe respetar a cada país tal y como está estructurado en su interior”, sentenció frente a la tentación de “uniformar”. “Cada país tiene su peculiaridad, pero cada país está abierto a los demás”, expresó, para respaldar “la soberanía de los hermanos en una unidad que respeta la singularidad de cada país”.
Preguntado sobre la preocupación mostrada en Grecia sobre las amenazas de la democracia, el sucesor de Pedro volvió a subrayar el populismo que “empieza a mostrar las uñas” independientemente de que sea “de derecha o de izquierda”. Como alternativa, planteó el “popularismo”, que Francisco define como “la libre expresión de los pueblos, que se manifiestan con su identidad, su folklore, sus valores, su arte…”. “El populismo es una cosa, el popularismo es otra”, matizó.
Francisco también se detuvo en la tentación de sacrificar los valores nacionales en un “imperio” o “especie de gobierno supranacional”. Para ello, echó mano de la novela ‘El amo del mundo’, de Robert Hugh Benson, que invita a reflexionar sobre “una superpotencia que dicta el comportamiento económico, cultural y social a los demás países”.