El franciscano Pierbattista Pizzaballa considera que la división en esta isla del Mediterráneo oriental, que provoca “sufrimientos” cada día, parece abocada a durar “durante mucho tiempo”
Para el patriarca latino de Jerusalén, el franciscano Pierbattista Pizzaballa, cuya jurisdicción eclesiástica engloba también a Chipre, el gran momento del reciente viaje del papa Francisco a esta isla del Mediterráneo oriental fue la oración ecuménica con los migrantes que tuvo lugar el pasado viernes en la iglesia parroquial de la Santa Cruz, en el centro de Nicosia. En aquel momento “emergió la personalidad” de Jorge Mario Bergoglio, que volvió a denunciar la indiferencia frente al sufrimiento de los desplazados y criticó a Europa por levantar “muros del miedo” y caer presa de “los intereses nacionalistas”.
A su regreso a Jerusalén tras acompañar al Pontífice durante su último viaje, Pizzaballa celebró que el Papa “abrace sin temores cuando todos dicen que hay que mantener una distancia en las relaciones” debido a la pandemia de coronavirus. En declaraciones a AsiaNews, el patriarca de Jerusalén consideró que aunque la visita de Francisco a Chipre fue “breve, pero intensa, como nos ha acostumbrado”, logró afrontar dos aspectos principales: el encuentro con la pequeña comunidad católica local y las relaciones con la Iglesia ortodoxa. Éstas son “muy buenas”, pues existe “respeto” entre católicos y ortodoxos, lo que consideró un aspecto “a tener en consideración” al analizar los lazos entre ambas Iglesias.
Al hablar sobre la situación política de Chipre, cuyo territorio está dividido entre una parte grecochipriota, que forma parte de la Unión Europea, y otra grecoturca ocupada por las fuerzas de Ankara, Pizzaballa consideró que esta fractura, que provoca “sufrimientos” cada día, parece abocada a durar “durante mucho tiempo”. Pese a ellos, afirmó que Chipre sigue siendo “un puente entre Occidente y Oriente” que contiene “todas las dinámicas que se producen en el Mediterráneo”. Se refirió al desafío migratorio, la cuestión energética y el choque de intereses económicos.
Con alrededor de un 20% de su población de origen extranjero, en Chipre los migrantes “no son un problema ni un recurso, sino una realidad”, constató el franciscano italiano, que abogó por poner en marcha planes pastorales antes de perderse en disquisiciones sobre “teorías sociológicas y económicas”. “A nosotros no nos interesa el color y si su presencia es o no es legal. Están aquí y forman parte de nuestra Iglesia y es esta la realidad que debemos afrontar”, declaró.