Como si se tratara de un #blacklivesmatter eclesial, el pasado 23 de noviembre, María Suyapa Cacho Álvarez –asambleísta y representante del Secretariado de Pastoral Afroamericana y Caribeña (SEPAC)–, elevó su voz en plena rueda de prensa: “Las mujeres negras sufrimos con más dureza la exclusión dentro de la Iglesia”.
Una situación que esta religiosa hondureña ha denunciado reiteradamente, habida cuenta de “las diferentes quejas de muchas mujeres afrodescendientes sobre esa invisibilización, que podríamos llamar maltrato psicológico”, y porque ella siempre ha sentido y ha dicho que “somos triplemente marginadas y violentadas en cuanto a nuestros derechos como persona”, confiesa a Vida Nueva al valorar las resonancias de su clamor en la Asamblea Eclesial.
Pese a todo, está contenta, ya que el término afrodescendiente apareció en los 12 desafíos pastorales propuestos por los asambleístas. “Una hermana y yo que acudimos, nos dimos cuenta de que sí aparecía en los documentos –relata a esta revista–, pero a un secretario se le había olvidado incluirlo (no sé si fue a propósito) o bien no le interesaba; sin embargo, logramos acuñarlo unas siete veces en los resúmenes del día y en el documento final aparece de forma clara en el parágrafo 12, que reza ‘Acompañar a los pueblos originarios y afrodescendientes en la defensa de la vida, la tierra y las culturas’”. Siente, pues, que han ganado una pequeña batalla en medio de esa invisibilización –también a nivel del lenguaje– de la que han sido víctimas durante décadas.
Para la hermana María Suyapa, el tema de la segregación racial en el seno de la propia Iglesia pasa por una profunda reforma en la formación en seminarios y conventos: “Es tiempo de que aparezca en los itinerarios formativos del clero y la vida religiosa. Esto pasa por entender que la palabra inculturación incluye a los pueblos afro, no solo los indígenas”, advierte.
Por otra parte, sigue sobre la mesa la necesidad de descolonizar las mentes para inculturar el Evangelio, lo cual “es un trabajo muy difícil para la Iglesia, porque lleva muchos años con esa mente colonizada. Es como sacar a un niño de su ambiente y llevarle a otro, donde tiene que reaprender”. Por eso, “debemos poner un poco más de atención y aceptar a las personas como son, tomar conciencia y poner en valor toda la contribución del pueblo afro”, defiende la religiosa.