“La realidad de las migraciones nos ofrece el rostro de uno de sus exponentes con mayor vulnerabilidad, es la situación que viven los niños, niñas y jóvenes que inician un proceso migratorio solos, sin ningún familiar o referente adulto a su cargo”. Con estas palabras, con las que la Iglesia española ha vuelto a mostrar su respaldo a los menores migrantes no acompañados, conocidos como MENAs, comienza nuevo documento elaborado por el grupo asesor del Departamento de Migraciones de la Conferencia Episcopal Española.
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El texto, titulado ‘Niños, niñas y jóvenes migrantes solos Cómo acompañar desde la Iglesia’ y al que ha tenido acceso Vida Nueva, pretende ser una guía y una reflexión “para valorar, desde los ojos de los niños, especialmente de los últimos, lo que se está haciendo como Iglesia y como sociedad con aquellos a los que se está invisibilizando”.
Así lo explicaba, durante la presentación del documento, que ha tenido lugar esta tarde, José Cobo, obispo auxiliar de Madrid y miembro de la Comisión de Pastoral Social y Promoción Humana. Durante su intervención, Cobo ha recordado el modo en el que Jesús “puso a los niños en el centro”. “Para un niño buscar un hogar no es un delito, es un derecho humano”, ha aseverado el obispo, y ha apuntado que, con este trabajo elaborado por la Subcomisión “ponemos rostro a estos niños y les ponemos en el centro como Jesús pide que lo hagamos.”
“Ahora se les llama MENAS”, ha lamentado Cobo, “y de esta manera se les etiqueta y criminaliza”. “Pero en realidad son niños y niñas. Adolescentes que están solos y expuestos a un grave riesgo de exclusión y desamparo, pero que buscan un hogar. Son aquellos que llegan rotos, en las redes de tráfico ilegal, y con graves heridas psicológicas”, ha apostillado.
“Hemos retrocedido como sociedad”
De hecho, el prelado ha apuntado que estos niños “llegan con tres heridas: son migrantes irregulares, menores de edad y niños sin tutela” y que, además, “se encuentran con una sociedad que les invisibiliza, que les excluye, que les deja en un limbo entre la ley de Protección de Menores y la ley de Extranjería”.
Ante esta situación, Cobo ha denunciado que “nuestra cultura no es una cultura de acogida”. Más bien, para el obispo “hemos retrocedido, porque parece que todo el que llega es un extranjero, un enemigo, como ocurría en los siglos más cruentos de nuestra historia”. “Tal vez deberíamos reflexionar sobre esto”, ha añadido.
La guía, tal como ha explicado el obispo, tiene dos objetivos: por un lado, “que el niño y la niña sean niño y niña. No otra cosa. Sin ideologías. Mirándoles a los ojos como Jesús lo hacía”; y, por otro, que se pueda crear, a partir de ella, “una pastoral que facilite que “ahí donde haya una comunidad parroquial se trabaje para incluir y promover a estos niños”.
Cómo situarse ante estos menores
De esta manera, la guía subraya que “el sistema de protección”, el cual debe depender “de las Comunidades Autónomas”, siempre tiene que tener en cuenta “el interés superior del niño o la niña”. Del mismo modo, la Subcomisión reclama que siempre “se han de garantizar todos los derechos que se contemplan en la Convención de los Derechos de la Infancia”.
“Tenemos una ley de Extranjería que no escucha a los que llegan a los puertos fronterizos”, ha afirmado el prelado. En la misma línea, el documento subraya que “es importante que sean identificados como niño o niña solo, si existen indicios que permitan identificar que son víctimas de trata o solicitante de asilo y, por lo tanto, necesitados de protección internacional”.
Teniendo en cuenta todo esto, la guía establece la forma en la que las comunidades cristianas y los creyentes deben situarse ante los menores migrantes no acompañados. Así, establecen que lo primordial es partir de la base de que son jóvenes que “llevan en sus mochilas historias de abandono, negligencia, malos tratos. Son hijos del trauma, que los lleva a una vida sin sentido, de dolor” y que esto hace que les cueste “tanto confiar, sentirse, entenderse y entender al otro”.
Por ello, el texto subraya la necesidad de “intervenir desde el paradigma de los buenos tratos” y de las “relaciones seguras”, entendiendo que “determinadas conductas como expresión de su malestar y no como algo intencionado”, pero sin caer en actitudes “paternalistas”. “La vida cotidiana”, recuerda el texto, también es “terapéutica, como una oportunidad de curar las heridas internas que traen, desde el acompañamiento”.
Los autores del informe
Durante el acto -presentado por el director de este departamento, el dominico Xabier Gómez-, intervinieron los autores del informe. Sor Francisca García, de las Hijas de la Caridad, hizo hincapié en el acompañamiento que por parte de muchas entidades de Iglesia se está haciendo a estos niños, niñas y jóvenes migrantes, e instó a las comunidades cristianas a acogerles “aunque sea para encontrarnos y compartir sus vidas”.
El amigoniano Rafa Yagüe destacó que “estamos en proceso de reorientar los carismas de las congregaciones para atender a estos niños y niñas. La claridad en la Doctrina Social de la Iglesia, especialmente ‘Fratelli Tutti’, con respecto a los migrantes, es un regalo”.
Por su parte, el escolapio Joan Prat, insistió en que niños, niñas y jóvenes migrantes son víctimas de nuestras sociedades y también de las suyas de origen. Además, recalcó la dimensión pastoral y el diálogo interreligioso.