Las críticas al proyecto litúrgico y de restauración del interior de la catedral de Notre Dame lo equiparan a un “nuevo incendio”, pero en gran parte no tienen razón de ser. La Archidiócesis de París hace lo que la Iglesia ha hecho siempre: adecuarse a los nuevos tiempos y los nuevos lenguajes. Ni será Disneyland –como se le ha acusado– ni el arte contemporáneo que se incluye será “discordante”. El ya arzobispo emérito de París, Michel Aupetit, lo expresa claramente: el proyecto pretende llevar la “catedral al siglo XXI preservando su propia identidad en el espíritu de la tradición cristiana”.
De hecho, el 9 de diciembre la Comisión Nacional de Patrimonio y Arquitectura aprobó la reforma interior presentada por la Archidiócesis de París. Según anunció en Le Monde el presidente de esta entidad, el senador Albéric de Montgolfier, los veinticuatro expertos “validaron el proyecto”. “En particular, se pusieron de acuerdo sobre el eje litúrgico central y el mobiliario en el baptisterio, altar y tabernáculo, que deberán ser diseñados por el mismo creador”, reveló.
En cambio, han rechazado o apuntado reservas sobre otros aspectos, como los bancos con ruedas equipados con luces –quieren ver primero un prototipo–, en lugar de las sillas de paja. Asimismo, quieren más detalles del acceso a la cripta. La Comisión sí ha mostrado su oposición a la propuesta de cambio de lugar de las estatuas de santos que Eugène Viollet-le-Duc, el arquitecto responsable de la restauración de la catedral de 1844 a 1879, colocó entre los altares de las capillas. Montgolfier descarta que se vayan a instalar “a lo largo de los grandes pilares de la catedral”, como pretendía la archidiócesis parisina.
El otro rechazo tiene que ver con la transformación del coro en espacio de oración, alrededor de la reliquia de la Corona de espinas y cerca del tabernáculo. “Tememos que el suelo, que data del siglo XVIII, se vea dañado por el paso de los fieles y los turistas”, zanjó el senador en Le Monde.
Sí se ha admitido la inclusión de obras de artistas contemporáneos en Notre Dame, “pero aún no se ha decidido el nombre” de los mismos. El propio Le Monde cita a renombrados pintores, como Anselm Kiefer o Louise Bourgeois –ya fallecida–, además de Ernest Pignon-Ernest, pionero del arte urbano en Francia, entre los propuestos, para dialogar en las capillas laterales con los tres hermanos Le Nain o Charles Le Brun, referentes del siglo XVII presentes en la catedral de París.
En cualquier caso, insistió en que el Arzobispado de París “no retirará ningún objeto o cuadro que estuviera en la catedral antes del incendio”, en respuesta a las virulentas –e injustificadas– críticas que ha recibido el proyecto litúrgico y de restauración del interior del templo, bajo la supervisión de Gilles Drouin, director del Instituto Superior de Liturgia. “No supone ninguna transformación radical”, responde Drouin, que recuerda que la catedral “siempre ha estado abierta al arte de la época contemporánea, como la gran cruz dorada del escultor Marc Couturier, instalada por el cardenal Lustiger en 1994”.