El pasado 25 noviembre, 27 migrantes perdieron la vida en el peor naufragio en las costas de Calais de los últimos años. Una tragedia que ocurrió poco después de que el jesuita Philippe Demeestère, de 72 años de edad, dejara la huelga de hambre iniciada 25 días antes, junto a dos activistas, para protestar contra el trato de los exiliados en esta ciudad del norte de Francia.
- SORTEO: El Gordo de Vida Nueva: gana una suscripción gratis
- PODCAST: Cuento de Navidad: volver a creer
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
Más determinado que nunca, el capellán de Cáritas en Pas-de-Calais habla de cómo sigue luchando para dar una voz a los exiliados y de su Adviento junto a ellos en uno de los campamentos de la zona, donde se ha mudado para permanecer algunas semanas y donde espera poder celebrar la misa de Navidad.
PREGUNTA.- Este Adviento, usted ha decidido dar un paso más e irse a vivir en una tienda de campaña junto a las personas exiliadas en uno de los campamentos de Calais… ¿Cómo surgió esta decisión?
RESPUESTA.- He decidido pasar el mayor tiempo posible con los exiliados. Les he pedido que me acogieran durante este tiempo de espera. El Adviento reúne todas las esperanzas humanas y todos los temores. En Navidad es cuando surge algo que no ha sido previsto, fuera de nuestros cálculos y de nuestras prudencias. Llega un recién nacido que nos hace entender que la Vida está entre nuestras manos. De ahí surgen la esperanza y la fascinación. En Calais, esto se hace más presente todavía. “Vino a su casa, pero los suyos no lo recibieron” (Jn 1, 11). Es lo que vemos a diario con la gente que llega está aquí, arriesgándolo todo para tener una vida digna y con esperanzas. En Occidente, muchos se han resignado con la vida que tienen. Pero hay que retomar caminos de lucha para que pueda nacer una nueva justicia y una alegría de vivir.
Círculo de silencio
P.- Antes de mudarse al campamento, ha mantenido una huelga del hambre de tres semanas para denunciar el trato de los migrantes por parte del Gobierno. ¿Por qué eligió esta acción de protesta?
R.- Empecé la huelga de hambre en un contexto habitual de represión, tanto a las personas migrantes como a las asociaciones que trabajan en Calais, a pocos meses de la elección presidencial que tendrá lugar en primavera en Francia. Los extremistas acusan al Gobierno de laxismo en su política de acogida. Para dar pruebas de su firmeza, el Ejecutivo refuerza las restricciones contra los extranjeros. Estamos frente a personas contra las que tenemos que luchar con todas nuestras fuerzas –de forma cristiana, por supuesto–. Los voluntarios están cansados de todo lo que se les hace para impedirles trabajar.
El hecho concreto que provocó la huelga de hambre fue la muerte de un joven sudanés, aplastado por un camión en octubre. Después de cada muerte, convocamos un “círculo de silencio”, una concentración pacífica para denunciar las injusticias que padecen los migrantes. También quisimos hacer una protesta con cacerolas aquella vez, pero no vino nadie. Así que pensé en la Palabra: “Me has dado un cuerpo. Entonces dije: ‘He aquí que vengo, Dios, para hacer tu voluntad’” (Heb 10, 5-7). El cuerpo es el instrumento del pobre.
También me alimento de una lectura de la historia sobre las protestas no violentas, especialmente en América Latina, con las Madres de la Plaza de Mayo, por ejemplo. Estoy convencido de que la insistencia pacífica puede mucho. Por eso he decidido, junto a dos voluntarios, empezar esta huelga, con el apoyo del clero local y de nuestro obispo, que ha puesto a nuestra disposición para nuestra acción una iglesia en el centro de Calais, Saint-Pierre. Durante la huelga, hemos recibido a una delegación zapatista: ver cómo gente pobre retoma las riendas de su vida, su autonomía, es hermoso.
Misa de difuntos
P.- Después de 25 días, decidió dejar la huelga. ¿Por qué?
R.- Me había fijado un objetivo: el 2 de noviembre, día de los difuntos, en el que quería celebrar la misa por todas las personas muertas en el mar. Tenía claro desde el principio que no quería morir dejando de comer. Para poder seguir disponible para los proyectos de Cáritas, debía estar en forma.
P.- ¿Cuál ha sido el impacto de esta acción?
R.- Ha sido una huelga alegre, dinámica y combativa, guiada por la esperanza. Nuestros amigos nos decían que era mejor no decir que lo llevábamos tan bien, por si le restaba fuerza a nuestra llamada de atención a las autoridades… Pero así fue. Y la verdad es que tuvo un eco inesperado en la prensa. Muchísima gente nos ha manifestado su apoyo. Durante algunas semanas, Calais ha estado bajo los focos, y sobre la cuestión de las migraciones, un asunto tan importante como el del cambio climático. Eso supera las divisiones políticas, se trata de nuestra humanidad. Y, por lo que respecta a las asociaciones, esta acción ha recordado que no nos podemos dejar llevar por la fatalidad.