Frente a la tentación del corta-pega o de actualizar simplemente las estadísticas, la diócesis aragonesa de Barbastro-Monzón ha dado la vuelta al esquema propuesto desde hace décadas por la Congregación para los obispos del Vaticano para la visita ad limina apostolorum. Su obispo, Ángel Pérez Pueyo –que en 2014 vivió la anterior cita de los obispos españoles desde la tramoya como rector del Colegio Español en Roma, cuartel general por unos días del Episcopado–, llega por primera vez a las basílicas de los apóstoles Pedro y Pablo y al encuentro con el papa Francisco dispuesto a presentar no solo los datos de la treintena de preguntas del formulario estándar, sino a destacar las “coordenadas invisibles” que mueven a la diócesis aragonesa.
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La de Barbastro-Monzón es una diócesis rural, de unos 7.500 m2 con algunas cifras que, por si solas, son aparentemente preocupantes. Pérez Pueyo presenta su “cruda realidad” de atender un territorio con 247 parroquias en el que solo hay 95 sacerdotes con una media de edad que ronda los 70 años. Para el mundo empresarial, bromea, estas cifras serían de “quiebra total”.
Misión evangelizadora
Sin embargo, la vida de una comunidad diocesana no puede reducirse a estos parámetros numéricos. Por ello, siguiendo una propuesta del fallecido cardenal Carlo M. Martini en su obra ‘El sueño de Jacob’, Pérez Pueyo aplica a la diócesis una clave de vida espiritual, descubrir las “coordenadas invisibles” desde las que Dios está mostrando la salvación en el día de hoy en la Iglesia en Barbastro-Monzón.
Estas coordenadas son los valores sobre los que se construye la misión evangelizadora de un pueblo que no solo tiene la riqueza natural de los Pirineos o del patrimonio románico, sino que tiene por mayor activo su gente. Mientras atiende a Vida Nueva, el obispo sale de un encuentro con más de un centenar de agentes de evangelización de la zona de Fraga. Esta implicación es, para el obispo, parte de la “identidad” de este pueblo y esta diócesis que tiene un “carácter martirial”, ya que en la Guerra Civil perdió al 90% de su clero y tuvo que “resurgir” de sus cenizas.